diciembre 19, 2011

La persecución

En un instante había desaparecido. Un tiempo que duró millones de años, y por los cuales su especie había evolucionado bajo la influencia de dos factores poderosos: su naturaleza única de producir sustancia transgresora y las condiciones feroces y persecutorias de su némesis.
Pero no se había extinguido. Había adquirido características similares a la invisibilidad. Poblaba otros mundos y se regía por otras leyes distintas a las de su estancia anterior... Su perseguidor, por el contrario, se había quedado aquí. La extensión y acumulación del tiempo le permitiría desarrollar aquello que tanto ansiaba arrebatar al otro.
Aunque apenas era el inicio, había aprendido el camino, luego de haber incidido en la comunicación referencial con los seres de su especie. El lenguaje era una clave sencilla de entenderlo.
Lo más importante. Había olvidado a su víctima, aunque nunca se había apartado del todo de ella... Le imaginaba. Y ésta le esperaba viendo el transcurrir de su vida más allá de su estado temporal.

Excusas:


"... vemos claramente que la naturaleza de las condiciones es de importancia secundaria, en comparación con la naturaleza del organismo, para determinar cada forma particular de variedad. Quizá su importancia no sea mayor que la que tiene la naturaleza de la chispa con que se enciende una masa de materia combustible en la determinación de la naturaleza de las llamas."
Charles Darwin, "El origen de las especies".


Daba vueltas de aquí para allá, sin poder dormir: leyendo libros, el IPad, viendo tele y escuchando música. Finalmente me puse a escribir a esta hora de la madrugada. Y he creado esta trama, que me parece una buena historia, si se me permite. Me gustaría extenderla hasta convertirla en una prodigiosa novela. Pero ya saben lo que dicen de esas primeras inspiraciones: pueden ilusionarte a su encuentro, pero con el tiempo, mañana mismo, pensaré que es algo vomitivo, y que no vale la pena seguir, y que hay que arrojarle al tacho de basura.
Por eso ahora mismo, con generosidad, le arrojo al mundo, para su confluencia con todo lo existente.
Dicen también que las ideas no son de nadie. Y que están como volando esperando a que uno les agarre y las utilice bajo ciertas destrezas combinatorias. Se me viene a la mente una caricatura: Popeye en una trifulca donde los objetos vuelan ¡logra atrapar su espinaca extendiendo su mano desde el suelo!
Aunque no explícita, mi idea -este cuento pequeño que he construido a la vuelta de la esquina, como quien va por el periódico y una cajetilla de cigarrillos- es sencilla: el hombre no es sino uno (como se expresa aquí) de otros u muchos otros seres que evolucionaron con igual o mayor destreza que él. Sobre todo esto último.
No hay que imaginarse por cierto que sean seres iguales. Quizás ni siquiera similares. Hasta la palabra seres se me hace sospechosa. La comparación radica en la especialización que alcanzaron hacia sus objetivos de supervivencia. Es como si, por colocar un ejemplo, en un momento ambos dispusieran de manzanas y uno hiciera mermelada y otro pay.
Nuestro mundo, lo que somos, mejor dicho, lo que creemos que somos, lo que nos rodea en apariencia es como ese pay de manzana. Un perfecto, sabroso y conveniente pay de manzana... ¿Qué hicieron los otros con sus manzanas, ¡con sus frutas!?
En fin, debo culpar o agradecer que esta noche revisara mis notas sobre El origen de la especies de Charles Darwin, y empezara a imaginar este tipo de cosas.

Ahora mismo me habitan muchos otros seres que no logro ver... (Córdoba, México, 19 de diciembre de 2011. Tres horas, cincuenta y ocho minutos).

septiembre 10, 2011

Su perro le salvó la vida


"Vete tú, vete para afuera", le pedía Paulina a Canelo, porque ella ya estaba resignada a morir. Pero éste no se iba. Lloraba de desesperación sobre el colchón, que flotaba, y de rato en rato saltaba al agua que la cubría a ella hasta el cuello, luego de que el río se metiera a su cuarto. Y la jalaba de su mandil, "con su trompa", para sacarla afuera, pero ella no podía avanzar.

Canelo es el perro de la familia de Paulina Luna García y tiene dos años. "Yo lo quiero mucho, porque no le pego, le regaño nomás", cuenta la anciana de 73. Lo retan porque es travieso. Le gusta subirse a la cama y "besa" a los niños, cuenta Paulina, que en realidad es pasarles la lengua, como ahora que lame las manos de la anciana que le acarician.

La tarde del lunes estaban los dos en el cuarto de Paulina, de su casa, ubicada en La Sidra. La lluvia era torrencial, y lo que ya había ocurrido en los años anteriores se temía venir. Canelo empezó a aullar y saltar en la cama. Cuando el agua entró a la anciana no le dio tiempo de ponerse a salvo. Sólo se quedó parada junto a la cama.

"Me jalaba con su trompa, brincaba al colchón (que flotaba), y se metía a volverme a jalar. Vete tú, vete para afuera, le decía, para que él se salvara, pero chillaba y no me hacía caso", cuenta Paulina, todavía conmocionada porque pensó que se iba a morir. Y dice que le daba angustia por sus nietos pequeños.

Justo cuando los intentos desesperados de Canelo por obligar a Paulina a salir de la casa se hacían más intensos, entró uno de sus nietos mayores y junto a un vecino empezaron a sacarla, uno de la pierna, le otro del costado, y Canelo, ahora sí, con su hocico mordiendo cerca al hombro de la anciana, para que esta no se hundiera. La cargaban los tres.

Ella recuerda que al llegar fuera de la casa su cuerpo ya no pisaba el suelo, "flotaba como una pluma". Así la rescataron. Pero cuando llegaron a la calle, la corriente iba con más fuerza y Canelo empezó a ser llevado por el caudal de agua. Chilló. Uno de los vecinos lo cogió de una de sus orejas y pudieron finalmente rescatarlo a él también que casi se muere. Todos llegaron hasta las escaleras de una casa de dos pisos vecina, donde pudieron mantenerse a salvo.

¿La salvó su perro?: "Yo digo que sí, que me salvó, porque me decía 'vámonos', así con su 'trompa' y nunca me dejó".

septiembre 08, 2011

No era su hora


Martín me había dicho que la noche anterior durmió en su carretilla mientras esperaba el cuerpo de la mujer que le salvó la vida. Así que esa noche regresé para verlo. En el diario ya había terminado de escribir mis acostumbradas cinco notas. Una de ellas con la historia de este hombre que viste una llamativa playera bañada de colores y que guarda su acta de nacimiento en el bolsillo.

Los vecinos dicen que no era su hora. Que la muerte no lo quiere todavía. Ya el agua del arroyo "Las Ánimas" se había metido tres veces a la casa de Martín pero no era su momento y ese domingo tampoco lo fue. Estar vivo de milagro quedó patentado cuando su casa quedó como una isla rodeada de agua turbulenta y él en medio de todo esperando que alguien lo sacara, como ocurrió un par de horas después.

Miguelina Osorio Rosas era su vecina. Era, porque a ella se llevó el arroyo desbordado justo después de gritarle a Martín que se pusiera a salvo. Siempre se había preocupado porque a este hombre no se lo llevaran las fuerzas inusuales que provocan intensas lluvias en esta zona.

"Se llevó mi ropa, mis zapatos, hasta unos frijolitos que tenía, también se lo llevó, todo lo que tenía", me comentó esa mañana, sobre la inundación. Al terminar de escribir mis notas les dije a los editores del diario que pensaba pasarme de noche por la zona de desastre porque quería ver la dinámica nocturna del duelo por la desaparición del cuerpo de Miguelina. No les había dicho que, además, quería una foto de Martín durmiendo en su carretilla.

Supuse que así lo encontraría porque su casa quedó llena de lodo: cuando entré allí no había una cama, y sin embargó sí una carretilla junto a la puerta.

Llegué al promediar las 11 de la noche. Martín estaba sentado en una silla, en la calle, acompañando el duelo, tomando un ponche o un café. Nunca pude averiguar ese detalle. Se veía como en un mundo aparte, pensando en algo lejos del lugar que lo habitaba. No creí conveniente acercarme y platiqué con los familiares de la desaparecida y otros vecinos que me reconocían de mi visita en la mañana. No me invitaron el café o el ponche. Lo que haya sido.

Vi que Martín se puso en pie. Lo seguí. La oscuridad nos rodeaba perdiendo los detalles de donde uno pisaba o de qué flotaba en el río junto a nosotros. Sólo la luz de una lámpara lejana y las cuatro veladoras que pusieron en el punto exacto donde la mujer había sido arrebatada nos iluminaba.

-Fue aquí donde la vio por última vez, ¿verdad?
-¿Eh?
-Que si fue aquí donde vio a la señora Miguelina por última vez-, le dije más suerte recordando que está medio sordo. Y él empezó a narrarme otra vez los hechos de ese domingo. No oí nada nuevo, sólo que ahora su historia cobraba más realce porque lo decía en el silencio de la noche.


Y no sé por qué, antes que se fuera, y viendo las cuatro veladoras, le pregunté si él creía en Dios. ¿Eh? ¿¡Que si cree en Dios!? Se quedó un rato en silencio. Echó a andar, y con cólera y resignación, me dijo: "Todos somos hijos de Dios". Ya no le dije nada de la carretilla y sólo me dediqué a tomar siete fotos de él perdiéndose entre los árboles. Intuyendo que una de esas imágenes acompañaría esta crónica.

septiembre 07, 2011

Por salvar a otros se la llevó el agua


La abuela entró a la casa y gritó: ¡sálganse porque la barda se va a caer! A penas si le dio tiempo de reaccionar a Martha Bartolo Barragán. Su esposo, Francisco Cruz, por el contrario ya había saltado para coger a su hijo de la cama y abrazarla luego a ella. La barda que tenían afuera explotó por la fuerza del agua del río, y la anciana que estaba todavía parada en la puerta dando la alerta fue arrastrada por la corriente contenida. Desapareció.

Dicen que Miguelina Osorio Rosas esa mañana estaba sentada frente a su casa. Así la había observado Agustín González de Jesús: "Siempre la veía allí, y la saludaba, pero no sé por qué esta vez no le dije nada..." Hace menos de dos años que enviudó y solía colocarse así, como en estado de alerta, fuera de casa, como si estuviera cuidando algo. Ella fue quien había advertido la desgracia y corrió donde sus vecinos para salvar las vidas de la familia Cruz Bartolo arriesgando la suya propia.

A Miguelina le preocupaba que el río estuviera limpio. Si veía alguien que arrojara basura los retaba con los puños al aire. Los niños recuerdan esas reprensiones. Y eso que es una corriente contaminada que trae aguas residuales, drenajes.

En la casa de esta familia rescatada no estaban sólo ellos. Hace ya varios días había llegado Crispino Pacheco Rodríguez, de 53 años, familiar y amigo. "Vino a traerme unos pollos", comenta, todavía impresionada, Marta. Llegó pero no podía irse, porque estos días estaba lloviendo mucho. Ya me iré cuando el agua amanse tantito, decía.

Pero la tarde del domingo el agua había enloquecido. Del cielo caía y se arrastraba profusa y furiosamente por el arroyo junto a la casa. Cuando la anciana Miguelina dio la voz de alerta, más rápido reaccionó Crispino, que logró salir fuera donde fue también arrastrado por esa explosión de agua contenida. La familia Cruz Bartolo se quedó un rato abrazada, sostenida de unos fierros para no ser llevados también. Cuando pudo Francisco salió a buscar a la anciana y a don Crispino pero ya no pudo encontrarlos. Se habían ido. Se los había llevado el agua.

agosto 23, 2011

Intento de conversar con Sergio Pitol


El maestro Sergio Pitol ya no oye bien por el oído izquierdo. Hay que acercarse a él por el lado derecho. Ya no quiere dar una entrevista formal a un periodista. Se disculpa amablemente con un gesto de pena, y señala su cabeza para indicar que un problema de salud lo imposibilita de mantener un intercambio de palabras que vaya a ser publicado.

Pero uno insiste. Y le sigue, pensando, animadamente, en que cada gesto, una sola palabra de él que dibuje la realidad será valiosa. Ha asistido a la inauguración del Festival de la Lectura 2011 que organiza la UV, y a la presentación de cinco nuevos títulos de la Colección Biblioteca del Universitario, que él dirige. En los discursos cierra por ratos los ojos como abstraído en una idea.

Afuera le esperan fotos y periodistas. "Unas palabras", y se niega a ellas. Los reporteros se van. Sergio Pitol pregunta por los libros que le han regalado. Se los buscan, le dicen que ya están en el coche que lo espera y empieza a huir.

-Maestro, fíjese que en Córdoba estamos de fiesta-, se le comenta. Él sonríe reconociendo una familiaridad.
-Ayer estuve ahí-, se adelanta a comentar.
-¿Visita con regularidad la ciudad?
-Ya todos mis parientes en Córdoba se han muerto...

Se le propone una conversación más calmada. Pero vuelve a señalar la parte frontal de su cabeza acongojado. Y cerca a su coche vuelve a sonreír. Se despide. Y uno cree que ha obtenido algo valioso de un escritor. Un par de frases. Y piensa en comprar más libros de él, para no quedarse desolado: "Infierno de todos" y los de la colección Biblioteca del Universitario, que tienen un prólogo sobre la lectura: leer -dice Pitol- es "uno de los grandes dones que nos ha permitido el mundo".

Y a veces sólo así se llega a un escritor. Y se le conoce bien. Y uno se reconcilia. Y abraza su libro.

Foto: Wikio.es

agosto 18, 2011

El viaje antes de la boda


Tienen la ilusión de casarse cuando regresen de su viaje a Estados Unidos. La boda sería en El Salvador, el país del que salieron el 21 de julio del 2011, como migrantes, porque no veían un futuro en la pobreza que los estaba asfixiando. El plan es juntar dinero durante tres años y regresar con lo suficiente para cubrir una fiesta que los unirá para toda la vida y además poder ayudar a sus familiares. Una casita, un refrigerador bien bonito, y alguna que otra cosita más. Antes tendrán que pasar por México.

"¡A correr! ¡La migra!", gritó uno de ellos. Y los siete que lo acompañaban corrieron como pollos a punto de ser aplastados. José Luis no alcanzó a tomar la mano de Damaris. Entre la confusión de la oscuridad y de las patrullas de policías que los perseguían la perdió, y sólo la vio alejarse por un monte, todavía a unos 40 kilómetros de Tenosique, ciudad fronteriza con Guatemala, en el estado de Tabasco. Se vio de pronto arrinconado en una pared. Las piernas le temblaron. Y sólo pon un instante pensó en Dámaris, y luego tuvo miedo por él mismo.

La conoció en un autobús. Ya la había visto antes en su barrio El Tránsito, en El Salvador, pero nunca había podido hablar con ella. Esta vez, cuando se acercó el cobrador -la persona que cobra los pasajes- e hizo saltar las monedas en su mano frente a ella, él dijo: "No lo pagues, yo te lo voy a pagar". Se hicieron amigos. Y luego novios, hace ya dos años.

Jose Luis, de 19 años, tenía tres meses la idea en su cabeza antes de comunicarle el proyecto a Damaris. "Bueno, ¿pero vamos a dejarlo todo?", le preguntó ella. Y él le respondió lentamente: "¿Todo?... Mira, que aquí no se hace nada, nadita". José Luis ganaba 100 dólares al mes. Prepararon unas mochilas. Él escribió una carta a su mamá. Y se fueron sin decir nada más a nadie.

Al pasar Guatemala por El Ceibo, frontera con México, y antes de llegar a Tenosique la pareja vivió tres días oscuros: viajando de noche para no ser vistos, sin dormir, sin comer. Dámaris se lastimó la pierna cuando había que correr. Pero ya en Tenosique llegaron a la casa del migrante, tomaron café caliente y pudieron bañarse. Les hablaron de una caravana por los derechos de los migrantes que llegaba el martes a ese lugar rumbo a Ciudad de México. La esperarían para viajar con ellos.

En Tierra Blanca, Veracruz, la Caravana Paso a Paso Hacia La Paz, en la que viajaban unos 500 migrantes y familiares de desaparecidos centroamericanos, se hospedó en el salón Terraza. Un lugar que tiene agujeros en el techo. La noche que pasaron allí José Luis y Damaris llovió fuertísimo y hasta hubo un apagón. El agua se metía con diferente intensidad dada la magnitud del chorro. Ellos durmieron abrazados.

La mañana del sábado 30 de julio, mientras el grupo de centroamericanos recibían alimentos y ropa, José Luis y Dámaris estaban tendidos en el suelo, dándose besos lentos y caricias rápidas. Una postal diferente a la de aquéllos que viajaban solos, y les contemplaban con pensamientos hundidos en la esperanza...


Fotos: Fredy Ruiz
Publicado en diario El Mundo de Córdoba

agosto 10, 2011

La otra bolsa del mercado



El hundimiento histórico de las bolsas internacionales no son el única prueba de una crisis económica que se expande en los mercados financieros. En un mercado local Alicia Flores prepara cada día a las cinco de la mañana sus otras bolsas: de zanahoria, elote, chayote, ejote y cilantro, que venderá a 10 pesos. Con la ganancia de un peso. ¿Pero por qué el esfuerzo de pelar, trozar y embolsar verduras variadas para ganar tan sólo una moneda?: "De otra manera la gente no compra", dice.

Standar & Poor's (S&P) rebajó la calificación crediticia de Estados Unidos, una de las economías más grandes del mundo. Lo que provocó un pánico de inversionistas. Pero lo que ya había bajado mucho antes eran las ventas en el puesto de verduras de Alicia, que ha tenido que ingeniar una presentación económica y diversa de sus vegetales. "La gente ya no tiene dinero para comprar, ahora piden por montoncitos".

El sistema de compras se ha vuelto precario en el puesto de este mercado local. Y sigue los siguientes índices, que se explican por su inmediata equivalencia: una cebolla, la más pequeña: 1 peso. Dos pesos de chile: tres chiles. Tres papitas, que pesan 21 gramos: 2 pesos. ¿Quién sabe cuántos comen con eso?, se pregunta.

Alicia explica que las verduras han tenido subidas excepcionales. En 20 días el tomate rojo ha incrementado tres pesos, lo que lo deja a un costo de ocho pesos el kilo. Si está muy caro la gente ya no lo compra, agrega. Así ocurría anteriormente con el kilo de papa que estaba a 25 pesos el kilo, y ahora bajó a 10: lo mismo para el precio del chile.

La bolsa que prepara Alicia cada mañana, mientras escucha las noticias en el televisor, es una opción de venta más. Ella hace sus compras en el mercado Zapata de Orizaba, Veracruz, y lo que puede ganar no alcanza para pagarle la educación secundaria a su hijo, que gastaba, apunta, 50 pesos diarios en pasaje.

"O estudiaba o trabajaba, y como no nos alcanza... se vino aquí a trabajar conmigo", comenta ella. Su hijo la escucha en silencio detrás de ella. Cuando Alicia no puede asistir a su puesto, por complicaciones con su diabetes, es él, de 14 años, quien vende.

Alicia se queja de su propia bolsa también. Porque ésta, para alguien que cuenta los centavos, representa una erogación significativa de 40 pesos por kilo.

"¿Por qué no sacas una nota así?", reclama al periodista que le entrevista: una nota que hable de la pobreza que se exhibe en un puesto de verduras. Allí donde los pepinos, 3 pesos cada uno, son un lujo, un gusto, porque antes se necesita más una cebolla, ¡un chile! en la mesa mexicana. "Ya mis pepinos los voy a tener que sacar, están todos feos", se lamenta Alicia.

julio 27, 2011

La voz de Las Patronas


Hace 16 años cuando Las Patronas iniciaron su labor Norma Romero Vázquez, su representante y líder, no sabía lo que significaba la palabra 'migrante'. Dedicada a las labores del campo en su comunidad, cortando caña, desconocía las implicancias de ese término. Lo escuchó por primera vez cuando el tren, que traía a las personas que gritaban por hambre, y que ella y su familia habían empezado a alimentar, se detuvo. Allí esos personajes que no parecían ser mexicanos se bajaron y pudieron platicar.

¿Por qué vienen aquí (sobre el tren)?, ¿van de aventura?, les preguntó, viendo sus rostros cansados y atizados por el sol. Y ellos le contaron a Las Patronas de sus países y lo que los había obligado a huir. "De donde venimos no hay manera de salir adelante. Tenemos que emigrar. Somos migrantes".

Cuando Norma era niña un peso mexicano le alcanzaba para comprar más de un dulce. Cada tarde al llegar a su casa luego de la escuela, su hermana Bernarda le daba de comer y la enviaba, junto a sus hermanas, a ayudar a sus padres en el campo. Su trabajo consistía en amarrar 25 cañas en un rollo, por lo que le pagaban un peso. "Ahí le agarramos amor a la tierra". Sólo que la llegada de maquinarias hicieron que el trabajo de los niños se perdiera.

Luego trabajaría en casas particulares ayudando a señoras, y continuaría también el trabajo del campo, además de ser comerciante. "Siempre he sido una persona que no estoy de floja", comenta. Nunca le faltó comida en la mesa. Y se llegó a casar y tener un hijo. Y aunque tiempo después su pareja muriera por una enfermedad siempre estuvo agradecida de la vida que Dios le había dado.

"Y decía: ¿Señor, tú me das, pero qué te doy yo? ¿Cómo quieres que te sirva? Y lo vi en las vías del tren como un migrante, descendiendo del tren crucificado. ¡Ahí está el servicio que quiere, en las vías!".

Un carácter como el de Norma es la guía de las labores que realizan Las Patronas. Es firme. A una sola indicación serena se ha ido forjando la mística que rodea a este grupo de 10 mujeres, entre familiares y vecinas. Ella por lo regular está visitando universidades, por su relación cercana con los estudiantes, además de participar en foros, conferencias en el país y fuera de él sobre el tema de la migración. Recientemente ha sido invitada por una universidad de Arizona, Estados Unidos, para hablar sobre su trabajo.

¿Hay un estigma contra el migrante que viaja en tren?
Sí. Antes se decía que darle de comer a un migrante era un delito. Y yo decía por qué. Si tengo comida y quiero compartir con aquella persona no puede ser un delito. ¿Prefieren que se tire la comida a los cochinos que dárselo a una persona que tiene hambre? Parece injusto.

¿Y qué ha cambiado?
Antes no se veía que los agarraban. En ese tiempo los policías no les hacían caso. Los dejaban pasar. Pero no sé quién fue la persona "inteligente" que descubrió que al migrante le pueden sacar mucho provecho, porque hoy en día, desafortunadamente, se le ve como a un negocio. Nosotros lo vemos como un ser humano, que necesita ayuda. Porque también tenemos migrantes mexicanos. Y nos duele cuando a una persona de aquí, de nuestro lugar, lo matan en Estados Unidos. Así como nos duele a nosotros, así le duele a Centroamérica.

¿Pensó que su labor podía llegar tan lejos y ser vista fuera del país?
Cuando iniciamos no pensamos que se iba a ser tan grande. Hemos tenido que acostumbrarnos. A aprender a hablar con los medios, con los jóvenes, porque salimos a las universidades, para conseguir apoyos. Llevamos la voz del migrante a muchos lados. Ha sido una lucha y creo que Dios ha estado siempre con nosotras, porque nos ha abierto las puertas. Él nos dirige.

¿Ayudar a los migrantes es meterse en problemas?
Sí. Cuando una persona es agredida y das la voz por ella, puedes recibir agresiones. Tuve un problema en Lechería con unos policías municipales. Uno de ellos aventó contra una patrulla a una mujer con cuatro meses de embarazo. Me hizo salir de mis casillas. ¡Oye, qué te pasa, por qué maltratas a esa mujer!, le grité. Tú no puedes intervenir, para eso tiene que estar (Instituto Nacional de) Migración. Ustedes no están capacitados para esto. Bueno, me dijo, ¿y usted quién (...) es? Y le contesté: Soy defensora de los derechos humanos. Y me dijo que los derechos humanos se lo pasaba por donde quisiera. Le dije: tu trabajo consiste en agarrar delincuentes, no en agarrar migrantes.

¿Alguna vez tiene miedo?
Desde el momento que conocí a Dios en ese tren esto ha sido mi vida. Decidí que desde que se apareció y me indicó el camino ya no tengo miedo. Si Él algún día decide llevarme va a ser cuando Él lo diga, no cuando el ser humano quiera. Mientras Él no quiera, seguiré con su labor.



Fotos: Jorge Coria, Diario El Mundo de Córdoba.

julio 25, 2011

"Madre, tengo hambre"


Las Patronas no escuchan música, porque su oído está expectante a diferenciar el rugido del tren que viene de arriba y el tren que viene de abajo. Este último es el esperado porque trae sobre su lomo de metal frío o ardiente a las decenas de migrantes centroamericanos que quieren cruzar la frontera a Estados Unidos. Cuerpos inundados de hambre; y ellas son sus salvadoras: un grupo de 10 mujeres que diariamente viven por cocinar y llenar los alimentos en bolsas transparentes que ellos les arrebatarán de sus manos extendidas.

La Patrona es una comunidad del municipio de Amatlán, en el Estado de Veracruz, México. Una zona dedicada al cultivo de maíz, frijoles y la caña, entre casas de madera rodeadas de árboles y frondosa vegetación. Se llama así en honor a la Virgen de Guadalupe, La Patrona. Es paso de la ruta del migrante que viaja en tren.

Bautizaron como Las Patronas al grupo de mujeres de la familia Romero Vázquez que desde 1995 hicieron un comedor para migrantes de paso. A ellas se han unido vecinas y juntas de lunes a domingo, sin descanso, de siete y treinta de la mañana a ocho y treinta de la noche -porque el migrante come todos los días- cocinan.

En un fogón a base de leña preparan arroz y frijoles, empacados en bolsas de medio kilo, amarradas una a la otra, y agua de limón en botellas, dos, sujetas por un hilo. Aprendieron esa técnica por la que sólo un dedo del migrante, que pasa por esa zona a unos 60 kilómetros por hora, puede aferrarse al hilo que sostiene las bolsas de comida. Antes sin la cuerda se iba al suelo.

Nadie les paga por este trabajo. Estuvieron ocho años en el anonimato impulsadas por la simple pero poderosa idea de dar alegría al hambriento: que puede estar dos días sin comer. Ellas juntan el dinero de lo que ganan sus familias en el campo. Iniciaron con 25 raciones, ahora preparan más de 150. La llegada de unos estudiantes, que las grabaron en video, hicieron un documental fue su inicio a la fama. Ahora suelen recibir donaciones de insumos para la comida.

"No, no somos famosas", reclama Bernarda Romero, la primera Patrona en dar pan y leche, que compró para su familia, a un grupo de migrantes que le gritaron "Madre, tengo hambre". Dice ella que los famosos deberían ser los que van sobre el tren, arriesgando su vida por un futuro.

Una está limpiando los frijoles sobre la mesa de madera, otra aumentado agua al arroz, más allá exprimiendo los limones o atizando la leña. Antes eran más mujeres, pero algunas abandonaron el proyecto, porque tuvieron miedo de meterse en problemas. El tema de la migración en México significa también dinero y muerte. Pero ellas no tienen temor. Van con Dios, lo mencionan mucho. Dicen que no le hacen daño a nadie, que les dan comida a todos, sin distingos. Las manos estiradas pueden ser de "buenos o de malos". ¿Cómo saberlo?

Llegan periodistas de todo el mundo por conocer sus historias. Ellas tranquilas hablan por sobre el olor intenso de la leña. "Mekníficou", les dijo un visitante de Siria. Y sí: son famosas. Imparten conferencias para académicos, especialistas, profesionales y estudiantes. Su vida ha trascendido desde un comedor para el que viaja rumbo norte, a la estación esperanza.

Publicado en Diario El Mundo de Córdoba
(Foto: Rafael Calvario, Diario El Mundo de Córdoba)

junio 16, 2011

Junto a Borges


Una vez Borges se encontró con Borges. Platicaron sobre Borges en tiempos distintos pues la diferencia entre ellos era de edad, uno joven y el otro con canas. La idea de encontrarse con uno mismo en un sueño corresponde a un cuento que Jorge Luis Borges tituló "El otro".

El escritor argentino, que hace 25 años murió, nunca pudo ganar el Premio Nobel, pero su maestría literaria ha trascendido lo humano a través de su pensamiento. Su personaje mismo, más allá de lo que haya escrito -a Borges le gustaría que se diga: más allá de lo que ha leído- nos ofrece la gracia de hacer contacto con un personaje soñado. Único.

Conocer a Borges para alguien que nació apenas cinco años después de su muerte, en 1986, no fue un asunto sencillo. Pero en este tiempo yo digo que sí lo hice. Le conocí. Y no me refiero a que me haya encontrado con él a través de sus libros o su voz en el reproductor. Yo toqué su mano.

Entre la mano de Borges y la mía hubo otra mano. El escritor mexicano Miguel Capistrán (Córdoba, 1939) llegó hasta Argentina en 1971 para hacer contacto con él porque tenía el sueño de traerlo hasta México. Y lo logró en 1973, cuando el argentino llegó para recibir en tierras mexicanas el Premio Alfonso Reyes.

Cuando visité la casa del cordobés en Ciudad de México y pude tocar su mano me decía incansablemente dentro de mí que estaba tocando la mano que tocó a Borges. Tuve por lo tanto una cercanía física más próxima al autor de "Ficciones". Reconozco el fetichismo de parte mía. Y me río. Recuerdo haber visto fascinado una película sentado justo detrás de la protagonista, que también la veía, en una sala de cine en Lima.

El asunto de las proximidades fue complementado por el periodista Rufo. Hace unos días le comenté mi deleite por este juego de cercanía entre las personas y el me dijo que había una teoría al respecto: "Seis grados de separación": Uno puede estar conectado con cualquier persona del planeta por no más de cinco intermediarios. Las cuentas entre Borges y yo dejaron un intermediario.

Miguel Casptrán es un investigador especializado de letras. Frente a Capistrán, como le podía ocurrir a uno con Borges, es innecesario, poco provechoso el participar. Mejor sólo oír.

En el texto "La Biblioteca Total" que escribió Borges para la revista Sur en 1939 hace referencia a la idea de imaginar una biblioteca que contenga todos los libros posibles del mundo: los escritos y los que estén por escribirse. Si las letras del abecedario son finitas todas sus posibles combinaciones también lo son. Yo imagino que mi historia tocando la mano de Borges no es tan circunstancial. Que uno de esos libros de la Biblioteca Total ya la tenían escrita.


junio 14, 2011

El mexicano que trajo a Borges


Miguel Capistrán Lagunes (Córdoba, 1939) tenía un gran sueño: traer a Jorge Luis Borges a México. Y lo logró en 1973, cuando el afamado escritor argentino descendió del avión sostenido de su brazo, sin poder distinguir ni ser perturbado por los flashes de las cámaras de los periodistas que fueron a recibirlo, ya estaba ciego.

Un día como hoy hace 25 años murió el autor de El Aleph. Aunque no recibió el Premio Nobel su maestría literaria ha trascendido la humanidad configurando un personaje soñado. El cordobés Miguel Capistrán, investigador, escritor y miembro fundador del Grupo La Capilla, hechizado no sólo por conocer a Borges, sino por el propósito más universal de traerlo hasta tierras mexicanas viajó a Argentina en 1971.

"Me llamó tanto la atención (Borges) y yo le encontraba a él muchas cosas que a mí siempre me gustaron de la literatura: Las hadas y 'Las mil y una noches'. Y Borges siempre fue un apasionado de eso", recuerda Capistrán en su residencia de Ciudad de México.

En su primera visita al país sudamericano Capistrán recuerda que pudo conseguir, gracias a una amiga, el teléfono de la Biblioteca Nacional de Argentina donde Borges trabajaba como director. Marcó ese número algo nervioso. Pensó que le respondería la secretaria. Grande fue su sorpresa cuando al otro lado del auricular se hizo la voz del poeta. "Yo ni sabía ni qué decirle en ese momento".

Capistrán pudo pasear con Borges por las calles de Buenos Aires. Iban juntos a la biblioteca. Hablaban sobre Alfonso Reyes (1889-1959), escritor mexicano al que Borges admiraba y a quien incluso llamaba 'maestro'. El cordobés pudo más que conversar, aclara, oír a Borges hablando sobre literatura: "Era la persona más sencilla del mundo, más agradable, conversador. Casi no podía meter uno nada en la plática, y con ¡una cultura impresionante!... ¡y una memoria!".

El cordobés le planteaba a Borges la posibilidad de viajar a México, pero una y otra vez la respuesta era que viaje tan largo le extenuaba al escritor. Fue hasta el año de 1973 cuando Miguel Capistrán cumplió su añorada empresa. Trabajaba en aquella época para el programa de televisión "Encuentro", en Televisa, y se le hizo la invitación, además: se le acababa de dar al autor de "Ficciones" el Premio Alfonso Reyes.

Borges estuvo seis días en el país. Regresaría una segunda vez en 1978 también por la invitación y las diligencias de Miguel Capistrán, un hombre entregado a la obsesión noble de regalar a los mexicanos la cercanía con un hombre excepcional. Capistrán posee todavía otras historias que lo colocan como un propulsor importante para la cultura de su ciudad y de su país.

(Publicado en Diario El Mundo de Córdoba)

junio 09, 2011

El sueño del perro

Tengo que contarles mi sueño del perro. Nooo, jajaja, espérate, primero contéstanos la pregunta. Pero en verdad quiero contarles mi sueño. Bueno, bueno, el sueño del perro, jajaja, Va.
Estaba no sé dónde junto a un grupo de perros. Unos cinco quizás. Y tenía algo de miedo porque creía que me iban a morder. No tenían rostros rabiosos, ni me mostraban los dientes en lo mínimo, pero nunca les había visto antes y no podía fiarme de su reacción; ellos caminando hacia mí en círculos. Lentamente también me acercaba yo y me di cuenta, en paz, que no tendríamos riñas. Les empecé a acariciar, y jugamos, todos tirados en el suelo. Entonces sí abrieron sus hocicos pero para prodigarme lamidas y mordidas que eran un cariño. Luego de un rato de familiarizar, me puse en pie para alejarme del lugar. Me dirigía no sé a donde, ya ven que uno no recuerda regularmente en este estado con precisión detalles ni razones; pero claro, algunas imágenes se nos quedan grabadas como si hubieran ocurrido ayer, hace una hora, hace 33 segundos, con una fuerza tan real que uno podría dudar si realmente no le ocurrió.
Y esto es lo que me pasó a mí: cuando me alejaba del grupo de perros uno de ellos se me subió encima y me abrazó. Aferró sus dos patas delanteras por encima de mis hombros apoyando todo su cuerpo en mi espalda. Su rostro estaba hundido en mi cuello, bajo la nuca, y tenía las patas tan pegadas a mi pecho que era como el abrazo de un niño peludo que quiere jugar a los caballos, que quiere que le lleves a pasear porque no quiere caminar más, o al menos no por ese momento. Fue una sensación única. Sólo posible en este ambiente onírico. ¿Se dan cuenta? En la realidad esto nunca me ocurría... Espera, espera, a mí, mi perro también me abraza. ¡No!, pero no de esta manera, no así con sus patas estiradas, caminando tú libremente sin sostenerlo, y él adherido como una mochila. Realmente el abrazo de un perro. Realmente un abrazo. De verdad... Bueno, ahora les contesto la pregunta...

junio 02, 2011

El arte rescatado



Eras antes de que te encontrara pero nunca fuiste antes de que te viera

Así inicia: Fui a tirar un papel al tacho de basura y recogí otro papel de él. El primero ya lo había estrujado en mi mano derecha al punto de dejarlo como una pelota deforme; el segundo estaba doblado en su A4 de tamaño. Me di cuenta de éste porque tenía muchos colores: estaba signado bajo el título "Cómo es un día en mi familia", con árboles, un río y una persona balanceándose gracias a una cuerda atada de un tronco. Lo había dibujado Beatriz Andrea G. D., una niña de una edad que desconozco. Lo sé porque al reverso de la hoja viene su nombre. Sacudí el papel por si algún otro elemento del bote le hubiera rozado. Lo estiré. Lo pegué de fondo de mi escritorio, al costado del ordenador. Le tomé una foto y le puse también de fondo de pantalla en mi celular.
Un acto inaugural de lo que acabo de dominar: arte rescatado. Y funciona bajo los siguientes términos:
-El arte rescatado inicia en el mes de junio del año 2011 en México.
-El arte rescatado se basa en dos principios fundamentales: la obra en sí existirá con independencia del artista y será éste quien le dé la calidad de obra de arte al plasmarla bajo un concepto de recuperación, pues se entiende que sin la participación de él la obra no existiría.
-El potencial del arte rescatado radica en el efecto de producir un sentimiento placentero en el creador (el descubridor y rescatista) por lo tanto se le considerará de un goce exclusivo, sin embargo éste podrá compartirlo, y para ello tendrá que hacer una presentación de lo que originó su obra.

Comentario: No hubiera podido darme cuenta de la existencia de este acto si un par de horas antes no hubiera existido la conversación con el artista conceptual Ryuichi Yahagi, quien me dijo algo que cautivó mi atención: todos somos artistas. ¿Por qué?, le pregunté. ¿Por qué dice usted eso? Él me hizo dar cuenta de que todos de niños dibujamos y pintamos. Casi no hay niño que no le guste pintar. Con el paso de los años vamos perdiendo el gusto a ese acto que nos atraía tanto. Luego me encontré el dibujo en el tacho de basura y se dispararon una serie de reacciones que terminaron en la teoría del arte rescatado que acabo de esbozar.

Un ejercicio básico de arte rescatado es mirar nubes y encontrar en ellas una representación única. Sin nuestra observación esa figura no existiera en su calidad de obra.

abril 24, 2011

Un cuentero de verdad



En su baúl hay un tiburón. No sólo la voz sino también todo el cuerpo de Iván Zepeda Valdés, "El cuentero cordobés", se convierte en un espectáculo. Contando historias ha viajado por el país y el mundo, logrando compartir la magia de la palabra: "Vivo del cuento desde hace 13 años sin ser político. Lo cual es sumamente difícil pero muy divertido".

Los inicios de El cuentero cordobés están en los labios de su abuela. Ella es originaria de Tuxpango, "un pueblito perdido entre Córdoba y Orizaba", del que oyó las historias que ella le contaba: brujas, chaneques, nahuales y aparecidos.

Años después, mientras trabajaba como bibliotecario tuvo la oportunidad de ir a un taller de narración oral, donde vio a la reconocida cuenta cuentos Beatriz Falero. "Fue amor a primera contada".

Luego de ese primer impacto con el arte, Iván Zepeda supo que se iba a dedicar a eso. Se ha presentado en ferias de libros, teatros, y también en bares, hospitales, restaurantes, en la calle, y hasta en la cárcel. "La narración la puedes llevar a cualquier lado. No necesito más que mi cuerpo y mi voz para contar un cuento", dice el joven que se define como un constante provocador en su trabajo y en su propia vida.

"Con el tiempo me fui dando cuenta que contar historias es más que una herramienta, es algo por sí mismo. Algo maravilloso, que puede llegarte a trascender. Por medio de la tradición oral puedes enseñar historia, matemáticas, parece raro, pero sí también".

Ahora está viajando con un baúl de colores lleno de sorpresas: títeres, personajes con dientes afilados de peluche, trajes que le sirven para transformarse. El espectáculo se llama "El baúl de los cuentos viajeros", y ha llegado a países como España, Francia, Austria, Guatemala, Bolivia, Argentina y distintas ciudades de la República Mexicana.

El cuentero cordobés se divierte mucho con lo que hace: "Viajo bastante, conozco mucha gente. Y soy muy libre. Voy y vengo. Hago, deshago. Me gusta mucho mi trabajo. No cambiaría mi vida por ninguna otra. Tengo muchos planes todavía en cuanto a la narración oral y el teatro".

De hecho ahora está involucrado en una obra teatral que llama "Teatro Foro", pues luego de la función se hace una conversación sobre el comportamiento de los personajes, con la intención de cambiar taras y problemas sociales. Esto lo aprendió en Brasil y se trata del "Teatro del oprimido", un método que busca rescatar a las personas oprimidas socialmente.

Una vez, luego de que Iván contara una historia acerca de su abuelita, una anciana se le acercó y le abrazó, al tiempo que le daba las gracias por lo que había hecho y le pedía que nunca dejara de hacerlo. Además de ello, lograr que un niño sonría cuando un minuto antes llora es su mayor conforte en su trabajo de cautivar.

De hecho lo que logra muchas veces es hacer que todo su público sea un grupo de niños riendo, y si alguien se pone resistente Iván se acerca y le hace cosquillas, le pica la panza.


(Publicado en diario El Mundo de Córdoba. Foto: Rafael Calvario, El Mundo).

abril 23, 2011

Ave suicida


Estábamos leyendo un texto que ella había escrito para poder entenderlo cuando un ave negra saltó del techo de la casa bajo la cual estábamos sentados, sobre el tronco viejo, y se estrelló en el suelo. Fue un suicidio limpio. A ella no pareció sorprenderle mucho y continuó repasando las frases que había colocado sobre el papel, renegando con ella misma porque no estaba segura de lo que quería decir o si cómo lo decía era lo que tendría necesariamente y por corrección decir. ¡Se mató!, gritaba yo, exaltadísimo. Pero ella no me escuchaba.

abril 05, 2011

El infierno brotando del suelo


En el corazón de la zona cero*

El teléfono negro de bomberos timbró. Eran las 10 y 27 de la mañana. El bombero Luis Julián Hernández contestó la llamada y al otro lado la voz de una niña le soltó la frase sin mayor exaltación: la alcoholera ha explotado. Cuando él le iba a pedir más detalles de lo que estaba diciendo ella colgó.

Al joven de 22 años Luis Julián no le dio tiempo de nada. Ni de dudar que la llamada era una broma. En ese mismo instante tres motos y dos patrullas de la policía de Orizaba llegaron frente a la estación, ubicada en la Prolongación Oriente 6, y gritaron lo mismo: "Explotó la alcoholera". Y se fueron. Entonces levantó la mano sobre el interruptor blanco e hizo sonar la chicharra. Era la alerta.

El primer oficial Gonzalo Manuel Ruiz se subió a la motobomba de ataque número 9. Los cuatro compañeros de turno que iban detrás de él, y que viajaban en las dos pipas que transportan agua, sintieron el miedo. Él también aunque de manera distinta. Pensó en los suyos: le llamó a su mamá y a su familia en la Sur 11 y en la colonia Guadalupe Victoria. Y es que no sabía en esos minutos la magnitud del siniestro. Tiene que ser algo monstruoso, se dijo: vio casas destruidas y gente quemada, mientras aceleraba de 120 a 140 kilómetros por hora.

Le avisaban en ese momento por la frecuencia de bomberos que las llamadas seguían llegando a la estación: ¡la alcoholera se está quemando! Esos millones de litros de combustible ardiendo deberían de ser el infierno brotando del suelo y subiendo furiosamente al cielo.

Él también hizo otra llamada: al 066 para que cortaran el flujo de los ductos de Pemex que pasan en esa zona, a una lateral de la autopista Veracruz-México. Un resguardo para evitar una desgracia todavía mayor.

Ya estaba cerca: las llamas, el humo, los coches en sentido contrario que zigzagueaban levemente, como espantados. Bajó la velocidad y se le vino una frase, como una respuesta a una duda: yo sé que a mí no me va a pasar nada. Se estacionó a un costado, junto a la autopista. Era el primer bombero que llegaba y la alcoholera bramaba.

Algo le sorprendió: los que huían y los que se acercaban al lugar: los primeros eran los involucrados y los segundos los curiosos. El terreno de la empresa está rodeado por una malla, pero los diez tanques de alcohol que arderían en el suceso no se encuentran tan lejos de esa entrada, unos 30 metros. De allí un camino de tierra de unos 20 metros a la autopista.

Al tiempo que llegaron refuerzos de otras corporaciones de bomberos de municipios cercanos como Río Blanco, Fortín y Córdoba, la lucha se incrementó. El agua no alcanzaba. No había una fuente cercana de donde pudieran obtenerla como un hidrante. Cuando los tanques, pipas de 12 mil litros, se vaciaban, había que retirarse a traer más agua de otro lugar.

El sol era implacable al paso del mediodía. Y todos los chorros de agua se iban para la boca de fuego. Quien dirigía ya las acciones era el Comandante de Bomberos de Orizaba Manuel Jiménez Cadena.

Las horas empezaron a desfilar bajo el intento desesperado y cansado de controlar las llamas. De cuclillas dirigían sus mangueras hacia más de 20 metros arriba. Pero el fuego también les perseguía por debajo: se fugaba el alcohol y se acercaba a ellos como serpientes de bengala. ¡Cuidado!, se gritaban entre los bomberos. Cuando alguien no oía había que dirigir la manguera a ese reguero mortal o dirigirse al compañero y sacarlo de ahí.

Para algunos, casi todos, era algo que nunca habían enfrentado. La tarde y rápido la noche que le sigue les dio en sus rostros empapados de agua, sudor negro, que les bajaba por la espalda, por las piernas hasta llegar a las botas. El aviso de la lluvia fue un respiro.

Los curiosos y algunos periodistas estaban desde los alrededores moviéndose tratando de encontrar una ubicación conveniente. Cuando se separaban de la planta, para descansar un momento, estaban extinguidos, deshidratados por más de 12 horas de trabajo. Alguien les trajo naranjas, alguien les alcanzaba botellas de agua. Gracias.

Luego llegaría la luz de la mañana otra vez. Ya no habían tantos espectadores, como a eso de las seis, cuando el fuego había sido controlado y se retiró hasta el último bombero, de los más de 100 que llegaron a trabajar. Todos empezarían con el recuento, quitándose sus uniformes mojados y pesados de unos 10 kilos: se miraban más flacos, como perros echados a un río.

Qué gran ayuda fue el camión escalera (escala), dijeron. La altura que alcanzó esa máquina y la espuma y agua que lograba echar desde la parte superior de los tanques, sobre todo del de un millón de litros de alcohol, fue lo que hizo lo que no podían sus manos con sus cuerpos de menos de dos metros. Otro de ellos sugirió que la lluvia fue una bendición. No tardó lo que se hubiera querido pero sí los hizo sentir como que no estaban solos, como que Dios les echaba también una mano.

Pero lo que alguien apuntó al final destapó su cólera y generó que el mismo Comandante de Bomberos, en ese momento, le mandara un reclamo encendido al encargado de la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Pasando la media noche, casi doce horas después de iniciadas las acciones, un personal de la CFE se acercó a los bomberos para decirles que podían trabajar sin cuidado, que hace "20 minutos" la energía de los cables había sido cortada. Con el agua que estaban echando de las escaleras que casi rozaba esos cables de alta tensión ellos podrían haber sido parte de una tragedia aparte. O parte de la misma tragedia.


*Publicado en El Mundo de Córdoba y Orizaba.
Foto de Bomberos de Orizaba (Veracruz)

marzo 26, 2011

Su primera vez


Era la primera vez que iba con un bolero. Estuvimos parte de la mañana esperando la resolución de un proceso judicial, y como el asunto demoraba, nos fuimos a sentar sobre unas escaleras. Fue cuando vio mis zapatos brillantes. ¿Tú te haces bolear los zapatos, verdad?, me preguntó con su acento de niña española. Le dije que sí. Los míos necesitan una buena lustrada -agregó- y se vio sus botas negras llenas de polvo. Yo nunca he ido con un bolero. ¿Nunca? Pues vamos hoy mismo. Será tu primera vez.

Me contó que en España eso de los lustradores de zapatos en las calles es algo que ya no existe, que ya pasó de moda. "Quizás veas unos en Madrid, pero muy pocos, y están viejísimos". Es una costumbre que ya desapareció. En su país las personas se asean los zapatos por su cuenta, "o los llevan con el zapatero", sugirió.

Cuando la revisión del caso, y la exposición de las pruebas terminó, nos dirigimos hacia el parque 21 de mayo. Debe tener unos 25 boleros en el perímetro. La llevé con Esteban, que ha puesto su centro de lustrado frente a la Catedral y que siempre me limpia a mí los zapatos. No se lo conté, pero yo le espero a él cuando tiene otro cliente, porque suelo acostumbrarme a las personas y por una especie de lealtad.

Esteban estaba parado observando un grupo de palomas. Mira, le dije, te he traído a una amiga. Eso de la primera vez le ponía emoción a lo que hacíamos. Ella se subio, como era natural, con cierta torpeza a la silla acolchonada. Como ya le había dicho que documentaría el hecho, me percaté que hasta le costó poner una mano en uno de los brazos del mueble. Cuando subió ambos pies sobre el soporte miró abajo y sonrió un poco. Luego se puso seria, sin levantar la vista. No hizo muchos comentarios. ¿Y qué te parece?, le pregunté cuando le estaban echando una espuma para la piel del calzado. "Me siento rara".

Luego recordó a su madre. "Si ella me viera ahora, estaría contenta, porque siempre dice: Tú siempre por arriba muy bonita pero por abajo un desastre".

El proceso no duró más de cinco minutos, a mí me parecieron unos tres y medio. Luego se bajó con cuidado. Antes de ello había preguntado si ya podía hacerlo. Pagó 12 pesos. Y nos fuimos.

Caminos unos siete metros mirando al suelo, viendo la diferencia de sus botas limpias. "No se me ven muy bien. No están tan limpias, ¿no?" La primera vez nunca es lo que uno espera. Nos subimos a un coche que nos llevara al diario. Nos acomodamos allí seis personas, cuatro atrás, dos adelante. Como estábamos apretados, y a ella le tocó sobresalir del asiento, sus piernas estaban estrechamente unidas y dobladas. "Ya se me están ensuciando los zapatos", se quejó, y es que tenía un pie sobre el otro. Le dije, pensando en la frase anterior, que la primera vez nunca es lo que se espera ni tampoco dura lo que uno quisiera. Nos reímos. En ese momento me pareció un apunte ingenioso. Ahora no. Pero en su tiempo sirvió para resumir lo que fue la primera vez que le lustraron los zapatos.

marzo 15, 2011

Previene México desastre nuclear... con calendario




Por Darío Dávila y Fredy Ruiz
(Información publicada en el Diario El Mundo de Córdoba)

Alto Lucero, Veracruz.- Mientras el mundo se sacude por una alerta nuclear en Japón, en la planta de Laguna Verde de Veracruz, México, las medidas de prevención para desalojar a 109 comunidades en caso de emergencia, vienen en un calendario ilustrado.

En estos lugares, instalados en la periferia de la central nuclear que inició operaciones en 1989, se puede aprender a escapar en caso de una contingencia a través de dibujos que cada año llegan en un paquete de cartón que se reparte en las casas. También regalan gorras, cangureras y loterías para los niños.

Todo forma parte del Plan de Emergencia Radiológica Externo (PERE), de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que es acompañado de instrucciones: “En caso de emergencia radiológica, las indicaciones se darán a través de vehículos y/o helicópteros oficiales con altavoces”.


José González muestra el calendario que le reparte la central nuclear Laguna Verde para que sepa qué hacer en caso de emergencia

Aquí en la zona del municipio de Alto Lucero, se esconden testimonios como el de Claudia Monteros: “Hace cinco meses nos enteramos que los trabajadores (de Laguna Verde) al darse cuenta que no funcionaba un reactor empezaron a pedir a sus familiares que se fueran…”
En los primeros metros de la ruta de evacuación “S1”, situada en la comunidad El Embarcadero, un arroyo ha destruido parte del camino y provoca anualmente que las casas de los habitantes del lugar se inunden.

“Laguna Verde provocó todo esto, pero no nos han apoyado en nada. Queremos que nos ayuden o al menos que no descompusieran aquí la carretera”, cuenta la señora Monteros.

A un kilómetro de ahí, José González, quien trabajó durante 14 años en la planta nuclear, ahora vive de cuidar puercos. Y si de escapar se trata él sólo suelta: “Pues yo corro pa´allá…”

- ¿Eso lo aprendió en el calendario de Laguna Verde?, le pregunta el reportero.

- No –dice señalando un brazo de río que pasa a lado de su casa- eso lo sé yo.

José González, señala las láminas de su casa y dice que de la central nuclear no ha recibido nada. Luego se mete a casa para comer el menú del día: frijoles con salsa.

Carretera atrás, en la comunidad El Puente Rebelde que a través de un letrero en el asfalto presume sus "2" habitantes dice: "Nunca se han acercado aquí (Laguna Verde), sólo nos vienen a dejar cada año el almanaque (calendario) y se van..." (CONTINUARA).

marzo 13, 2011

Había un tiempo...



Había un tiempo en el que oía antes de dormir "Conducta en los velorios" de Julio Cortazar. Me fascinaba la música de sus palabras, el orden en el que eran colocadas cada una y cómo parecían nacer una de la otra dando gracias. Eso me arrullaba. Y soñaba con escribir de esa manera.

Había un tiempo en el que pensaba que podría ser escritor. Que lo lograría. Y nada más importaba. Me olvidaba de mis relaciones con otras personas o lo que obtenía de ellas era sólo para alimentar la costumbre de robar a la realidad aburrida la exquisitez de la literatura viva. No era por cierto una buena temporada. Andaba menudamente triste y mi corazón me dolía con vacíos. La ausencia más dolorosa es la que está a tu lado. Era tan afecto al cariño que estaba siendo demolido por un extravío firmado.

Había un tiempo en el que apagaba las luces y dejaba que esa melodía me infectara en la entrega sin barreras de mis sueños. En ese transe había escrito mi prominente futuro. Y si no era feliz con lo que hacía, buscaba sufrir lo suficiente.

Había un tiempo... y ese tiempo era este tiempo. Me estaba observando.

marzo 12, 2011

Diálogo de afectos


-¿Dónde quieres que te entierre, mi amor?
-Idiota...
-¿Dónde quieres que te lleve?
-Quiero terminar en el mar.
-Yo te llevaré allí en mis brazos.
-No, porque te podría gustar la necrofilia.
-Sí, de hecho lo haría contigo hasta que físicamente sea imposible hacerlo más.

marzo 10, 2011

Querían la marca

Querían en sus frentes la marca de Dios. Inició las celebraciones de la Cuaresma en las iglesias de la ciudad. En el centro, la Catedral estaba repleta de cristianos que llegaron a la misa de las ocho de la mañana. Bajo las bombillas y los fluorescentes de luz artificial de la iglesia -a esa hora no hacen tanta falta, pero aquí la iluminación es vital- se sentaron, algunos más adelante que otros, como para que la palabra les llegara primero.
Es el tiempo de conversión, se les dijo. De volver a Dios. La explicación de los 40 días antes del inicio de la Semana Santa se justifica. Pues es tiempo suficiente en el que se consigue una obra de Dios, les explicó el Obispo. Como los 40 días y 40 noches que pasó Jesús en el desierto.
Y ellos oyeron el ejemplo. Y luego se formaron en tres columnas dobles, dos en el centro y dos por cada costado, el de la derecha y el de la izquierda. En un recipiente de vidrio la ceniza, que se obtuvo de los ramos -y otros objetos sagrados, se hizo el apunte- de la Semana Santa del año pasado, fue puesta en sus frentes. La forma habitual: la señal de la cruz. ¿A unos les resaltaba más la marca sobre sus ojos que a otros? ¿Tiene que ver el color de la piel? Y si uno lo ve bien el color gris de la ceniza tiene también distintos tonos. Se ve, según la cabeza que la lleve, más blanca o más oscura. Es curioso. El contraste se hace solo.
Los católicos se fueron con el designio a la calle, a sus trabajos, a sus casas. De a pocos se les iba cayendo la ceniza. Y pocos se atrevían a quitársela de manera abrupta. No. Quizás la idea era que se fuera disimuladamente o que, como se quiera ver, penetrara en ellos, como la marca de Dios. Así: imperceptiblemente, sin que uno se dé cuenta.

marzo 03, 2011

Era incrédula



Tenía a los santos en una pequeña cajita de plástico transparente en tono celeste. Los acumulaba uno encima de otro, con sus oraciones mal escritas y plastificadas. Abundaban los signos de admiración. Petición imperiosa de un cuidado, un favor, una gracia que les inherente ofrecer por su posición y condición de lo que hicieron en aquella otra vida que los ponía como a nosotros, a merced de ser los elegidos, con las pruebas por delante, con la diaria advertencia de que las decisiones se toman pensando en el otro, en el amor por el prójimo, que uno ofrece siempre la mejilla, cuando le pegan en una, y cuando le pegan en ésta ofrecerá el lomo y cuando éste haya sido molido se pondrá de rodillas con las manos al suelo para que lo terminen hundiendo como a un pegote de carne sanguinolento... y sonreirá. Estarán siempre al servicio, desde la aurora, hasta cuando ésta se haya puesto a los calores y luego se haya despintado hasta incrustarse imperceptiblemente al alba: se mirarán las lunas que uno acoge en su corazón y se resolverán las preguntas en calma y en silencio. Aunque la cama les sea dura parecerá que duermen sobre plumas y que respiran sobre ellas con un aliento de manzana. Habrá en su mirada cerrada por la cortina de los párpados un tono celeste... claro un tono celeste, como la pequeña caja de esta amable anciana que encierra a los santos.

-Una estampita.
-No... gracias.
-Una estampita de los santos-. Le veo sus manos arrugadas abriendo una pequeña caja celeste.
-Bueno, ¿cuánto valen?
-Para usted... a 10 pesos.
Yo creo que eso cuesta menos. Pero ella dice que 10 pesos para mí. No importa que hubiera dicho 20, ya estaba dispuesto a comprarle.
-Bueno, pero usted escoja una-, le digo, porque quiero invitarla a una especie de juego.
-Para usted que se ve que trabaja... San Martín Caballero.
-Bueno...
-La otra vez me encontré con él, él y otros varios santos, que estuvieron aquí, aquí vinieron al parque, estuvieron entre nosotros... ¡Y muchos no se daban cuenta!
-¿Los santos?
-Sí, parecían así, muy, muy diferentes, como hombres disfrazados, con sus mantos. La gente discutía. Porque para algunos eran unos actores, para otros eran los verdaderos. ¡Ay!, y una que no cree, porque yo soy bien incrédula. Pero sí eran los santos, me los encontré pero no sabía que eran ellos.
-Ah...
-Éste estaba así, igualito, con su manto azul, su casco y su caballo... Uno no sabe., no cree. Puede estar frente a un santo, hablando con uno de ellos, así frente a frente, y no darse cuenta.


febrero 11, 2011

¿Dónde dormiré?


¿Dónde voy a dormir? Cuando estaba a punto de dejar mi país era una pregunta que en los días previos a la partida me asaltaba con frecuencia. Sobre todo en la noche, cuando estaba durmiendo en mi cama, cubierto, abrigado, sobre mi almohada deformada. Y no se trataba del hecho de que no tuviera un lugar seguro a donde llegar, que peligrara mi hospedaje, que me amenazara el hecho de mirar la ausencia de un techo en el cielo. No. Iba a llegar a una casa. Sólo que yo no sabía qué casa era. No conocía a las personas que me abrirían sus puertas, y aunque tenía las mejores expectativas de su hospitalidad, me inquietaba saber que no iba a dormir más en mi hogar. Cuántas ventanas tendrá, una sin duda, ¿o ninguna?; qué tan cerca estará la puerta de la cama, a qué olerá, que no huela a nada, por favor; qué ruidos se inmiscuirán por esa línea de luz debajo de la entrada... Tendría que madrugar para ocupar la ducha. Pensaba esas cosas insignificantes en apariencia, pero poderosamente sugestivas para mí.

Estos días me ocurre lo mismo. ¿Dónde dormiré? Hay notadas diferencias. Esta vez no hay casa segura. De encontrarla es muy probable que no tenga ventanas -de hecho debería procurarme ese panorama-. Si estoy debajo del cielo, contaré puntos celestes, parece interesante; pero hay algo muy humano que me altera: el miedo a congelarme.


febrero 03, 2011

El secreto: niño feliz

Los logros académicos de la primaria rural cordobesa Ignacio Zaragoza a nivel nacional, la han convertido en un modelo a seguir en educación escolar, con una fórmula basada en la calidad de vida de sus estudiantes y un compromiso de maestros, padres e hijos


Las niñas y niños de la escuela Ignacio Zaragoza son felices. "Yo estoy muy orgulloso. Mi escuela es un regalo: puedes cantar, jugar, todos somos iguales", comenta Noé Jorge Ernesto Pérez Rosas de 12 años, y alumno del sexto grado. A unos 20 minutos del centro de la ciudad, y ubicada en la congregación rural Rancho San Matías, esta primaria es la número uno del estado de Veracruz y la número dos de toda la República en calidad educativa, según la última prueba de la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE).
Durante cinco años han destacado en este medidor académico como la escuela número uno de la región, aunque en el 2010 su logro fue mayor, pues alcanzaron la excelencia en el estado y en el país, con 788.53 puntos. De las escuelas oficiales, sólo fueron superados por la Guadalupe Victoria del estado de Durango. ¿Cómo lo lograron?

Poco me enseñarás si no me haces reír
"Nosotros tenemos un reto: enseñarles calidad de vida. No nos interesa tanto que el niño saque un 10, sino que sea feliz. Que se comprenda, que compagine todo lo que lo integra, lo que es la educación, lo que es la familia, los juegos, cantos, eso es lo que queremos que aprenda. Si un niño es feliz, aprende", señala María Eugenia Solís Nieves, directora de la escuela cordobesa.
Mientras ha dejado a sus niños en clase avanzando con una asignación, ella misma es una de los tres docentes, para 120 alumnos, enfatiza en esa idea: "Nos dimos cuenta que los chiquitos están tristes, les falta algo, entonces nos vamos inmiscuyendo y a veces nos damos cuenta de el porqué". Lo que descubren es, muchas veces, un problema familiar. Que buscan resolver junto a los padres.
Gema Hernández, niña de 9 años, ha aprendido algo más valioso que la fecha del día de la bandera -aunque también la conozca-: Le han enseñado a no tener pena de decir las cosas: "Nos ayudan (los maestros) a enfrentar el miedo". A ese tipo de calidad de enseñanza multidimensional se enfoca la escuela. A la directora se le acerca un pequeño para interrumpirla porque no tiene un lápiz de color. Ella voltea hacia abajo, le agarra el rostro, y le dice: "En mi escritorio hay uno, mi vida". Problema resuelto.

Todos hablan lo mismo
En la Ignacio Zaragoza todos hablan del mismo tema. Por ejemplo, ahora están con 'Las plantas, los seres vivos, la reproducción'. Hacen guiones, encuestas, exposiciones, "todo lo que tenga que ver de acuerdo al grado". En estos días irán a hacer una entrevista a un agricultor de la zona. El curso terminará cuando siembren hortalizas. Niños y maestros estudian de forma dinámica, en diferente grado de complejidad. ¿Y la historia?: "Pues el relato de cómo inició la agricultura". ¿Y las matemáticas?: "Pues las medidas del terreno a ser cultivado".
"La nueva reforma (educativa) así es, lástima que no en todos lados se lleva como debe ser", opina la directora. Se le acercan dos niños más, que quieren ir a otro salón. Ella pone voz de general militar y dice: "Se me van adentro, sentados, a terminar el guión", que es una hoja para llenar de aplicación de conocimientos: "Claro, a veces, hay que llamarles la atención, pues sí, son un mundo de niños que hay que instruir".
Otros dos niños están sentados fuera de del salón. ¿Por qué están aquí, están castigados?: "Estamos con el guión, es que adentro no hay lugar". Y es cierto. El salón se hace pequeño para tantos pequeños. El ser una escuela destacada y que empiece a figurar ha aumentado la matrícula. El ciclo pasado eran 76 infantes, ahora ya son 120. La anterior administración municipal les construyó un salón, pero ahora, mencionan, necesitan uno más, además de un techado para su campo de deportes, "para que no nos mojemos cuando llueva y no nos dé el sol", menciona Rosa Alma Rosas de 11 años.

Los niños no faltan, los maestros tampoco
A las ocho de la mañana entran a clases. La hora de salida es a las tres de la tarde. Funcionan como escuela de tiempo completo: allí desayunan y comen. De tres de la tarde a cuatro a los que se les hace complicado aprender algo reciben refuerzo.
Maestros, padres de familia y niños comparten un compromiso de trabajo. Si los profesores tienen que ir en la mañana a un evento entonces trabajan en la tarde y los los padres traen a los menores a esa hora: "Es decir, los niños no faltan en esta escuela. No hay salidas temprano a cobrar (la nómina), ni nada que se le parezca", explica Solís Nieves.
La directora refiere que el reto ahora no es lograr ser la mejor escuela oficial de todo México. "En este año nos llegaron niños, que son buenos, pero que tienen problemas. Nos interesan. Nuestro reto es sacarlos adelante. Algunos tienen problemas familiares, de aprendizaje. La verdad están muy atrasados como vienen, para el nivel de la escuela. Y los estamos tratando de emparejar".

Reportaje publicado en El Mundo de Córdoba el 1 de febrero de 2011.


Jorge Sánches, director de Fandango Films, muestra el reportaje publicado en El Mundo "Secreto: Niño feliz".

febrero 01, 2011

Las últimas bancas



En las bancas posteriores de las iglesias, y a horas convenidas, se sientan los advenedizos. Los que no acostumbran visitarla, y aprovechan el momento en que no se está realizando el rito para entrar en los aposentos del Señor y solicitar una entrevista exprés, sin las molestias de soplarse los sermones y los cánticos. Si se esmeran, se ponen de rodillas y lanzan algunas invocaciones. Murmullos sentidos acompañados con leves agitaciones casi imperceptibles de una cabeza agachada y contrita. Si andan cansados, sólo se quedan sentados a meditar en silencio, con la manos como espejos, en contemplación simétrica. Y eso está bien para ellos: el paso quedo de las almas arrepentidas a veces les procura otra reunión singular, con ellos mismos, entonces se les hace un soliloquio atorado hacia dentro, estertores implacables de su desasosiego se les revelan, se amansan las venas, y les suceden una calma triste. El paso del tiempo. Ayuda, sin duda, los beneficios adormecedores y tranquilizantes de estar bajo esas bóvedas, que cubren el cielo e inundan con la frescura de sus paredes lo suficientemente retiradas y elevadas como para que no haya lugar más grande, que la morada del Todopoderoso, para disipar las penas. Este desprendimiento los deja vacíos. Creen haber sido oídos, se suponen con una oportunidad más a la vuelta de la esquina, en la noche del encuentro, el momento de la llamada telefónica oportuna. Miran sus relojes y se levantan de las sillas. Afuera los ataca el ruido, los persigue un perro, los apura un coche, pero ellos han recibido una inyección de inmunidad ilusoria pero efectiva.


enero 27, 2011

Mi hermana y yo



Algo que siempre me ha llamado la atención de la relación con mi hermana es que yo siento que la quiero no porque lo sea, sino porque es una persona que hizo y hace mi vida diferente. No necesita ser parte de mi familia, yo la habría hecho parte de ella. Es de aquellas personas que uno se alegra en conocerlas. Tenerlas cerca en tu vida, porque te hace sentir especial, como un chocolate relleno de cerezas y cerezas llenas de chocolate.
Como mi viaje nos separó mucho más, nuestra comunicación reciente ha sido sobre todo por mail. A ella no le gusta hablar mucho por teléfono. Al menos no conmigo. Mi mamá es diferente, si bien cuida que no esté gastando mucho al llamarle, siempre te está comentando algo, o haciendo, interminablemente, recomendaciones de los cuidados que debo tener en mi alimentación. Mi hermana dice lo justo, me manda besos y se despide.
Pero sus mails han sido siempre ricos en contenido. No siempre son extensos, realmente casi nunca lo son, pero tienen esos detalles de los sucesos que le ocurren en un día que me hace enternecerme por su valentía, inteligencia y fuerza. Creo que eso lo trae desde muy pequeña. Recuerdo conversaciones tan resueltas y prácticas como si ella fuera una persona con todo el conocimiento de lo que se tiene que saber para tomar un paso que no sabes si te hará reír o llorar. "Es una vieja", "piensa como una persona mayor", decían, y yo no sé si se trataba exactamente de eso. No es cierto que las personas mayores tengan las condiciones, usualmente, para formular pensamientos y acciones sensatos.
Yo le digo que es mi Princesa. Ella me dice Hermanito (por mail).
Ella y yo somos diferentes. No puedo explicar puntualmente los aspectos que nos hacen así, aunque lo sé. Quizás sea que expresamos de manera distinta las cosas que sentimos. Yo soy un marica al lado suyo. Me emociono. Si ella lo hace, no lo demuestra de una manera tan exhibicionista como quizás lo hago yo. Ella es perfeccionista en sus resultados y yo soy soñador en mis proyectos. Aunque dudo de que esta característica sea sólo mía. Ella no puede perder y yo a veces me río de mi derrota.
Dos cosas similares nos ocurrieron. Ella me contó cuando salió en su escuela primaria, frente a todos sus compañeros y maestros, a recitar un poema lonco, que es un poema con modismos y regionalismos particulares de la ciudad de Arequipa, Perú. Cuando estaba en medio de la declamación, la atacó un pasaje de amnesia. No podía recordar los versos que le seguían. Se quedó, me cuenta en un mail, por un instante en silencio. Ante su desesperación (aunque no sé si ella utilizó esta palabra exactamente) hizo algo que me parece increíble. Improvisó. Se inventó lo que seguía del poema, poniendo palabras loncas, sazonando los versos con lo que le estaba ocurriendo en ese momento. No utilizó el personaje poético para plantear una farsa: ella se hizo el personaje poético en cuerpo y voz. La aclamaron al éxtasis. No lo dudo. Yo no habría podido tener su performance. No creo que podría. Y eso que estudié un curso de improvisación en la Universidad durante un semestre.
Entonces recuerdo una situación similar. Estoy yo, en secundaria, parado también, frente a mis compañeros y maestros festejando el cumpleaños del director. Soy el vocalista de un grupo de música folclórica. Desentonamos. Voz y música juntas en un desastre sonoro. Toda mi escuela riendo a carcajadas. Yo sigo cantando y no me apeno. Aplico la de vayamos a terminar de embarrar esto hasta la última nota.
No importa que sea yo un bufón y ella la Princesa. Si la tengo a mi lado, siendo ella parte de mi vida, sabiéndome junto una persona con un poder humano maravilloso, me hace feliz. Mañana cumples 15 años. Y yo recuerdo cómo te enseñaba lo de las ubicaciones de las ciudades, en los países, en el planeta, y cómo me inventaba una manera de dimensionar una verdad poco creíble cuando tienes muebles en frente, detrás una ventana, y un volcán y el cielo. Cuál países que no veo; cuál mundo redondo, si esto está plano. Pero tú me escuchabas atenta y yo creo que no lo hacía tan mal.
Y no sé si recuerdes lo de la gallina que iba a hacer un pastel y... los patos no quisieron ayudar. Te aprendiste ese cuento de memoria. Porque eras tan pequeña que no sabías leer, ni siquiera pronunciar bien las palabras, descifrabas imágenes y me relatabas en tu vocecita esa trama de la mamá gallina que tuvo que hacer sola su pastel, porque los patos flojos no la quisieron ayudar. Los patos flojos. ¡Los patos flojos! Y luego creo que ellos querían comer. Jajaja. Te tengo grabada en algún lugar relatándome esa historia. Pero claro, a mí se me viene pensar en mi pequeña y ya eres más que eso. Espero que compartas conmigo tu presente. Y lo que viene para los dos sea un futuro que nos haga reír mucho.