junio 16, 2011

Junto a Borges


Una vez Borges se encontró con Borges. Platicaron sobre Borges en tiempos distintos pues la diferencia entre ellos era de edad, uno joven y el otro con canas. La idea de encontrarse con uno mismo en un sueño corresponde a un cuento que Jorge Luis Borges tituló "El otro".

El escritor argentino, que hace 25 años murió, nunca pudo ganar el Premio Nobel, pero su maestría literaria ha trascendido lo humano a través de su pensamiento. Su personaje mismo, más allá de lo que haya escrito -a Borges le gustaría que se diga: más allá de lo que ha leído- nos ofrece la gracia de hacer contacto con un personaje soñado. Único.

Conocer a Borges para alguien que nació apenas cinco años después de su muerte, en 1986, no fue un asunto sencillo. Pero en este tiempo yo digo que sí lo hice. Le conocí. Y no me refiero a que me haya encontrado con él a través de sus libros o su voz en el reproductor. Yo toqué su mano.

Entre la mano de Borges y la mía hubo otra mano. El escritor mexicano Miguel Capistrán (Córdoba, 1939) llegó hasta Argentina en 1971 para hacer contacto con él porque tenía el sueño de traerlo hasta México. Y lo logró en 1973, cuando el argentino llegó para recibir en tierras mexicanas el Premio Alfonso Reyes.

Cuando visité la casa del cordobés en Ciudad de México y pude tocar su mano me decía incansablemente dentro de mí que estaba tocando la mano que tocó a Borges. Tuve por lo tanto una cercanía física más próxima al autor de "Ficciones". Reconozco el fetichismo de parte mía. Y me río. Recuerdo haber visto fascinado una película sentado justo detrás de la protagonista, que también la veía, en una sala de cine en Lima.

El asunto de las proximidades fue complementado por el periodista Rufo. Hace unos días le comenté mi deleite por este juego de cercanía entre las personas y el me dijo que había una teoría al respecto: "Seis grados de separación": Uno puede estar conectado con cualquier persona del planeta por no más de cinco intermediarios. Las cuentas entre Borges y yo dejaron un intermediario.

Miguel Casptrán es un investigador especializado de letras. Frente a Capistrán, como le podía ocurrir a uno con Borges, es innecesario, poco provechoso el participar. Mejor sólo oír.

En el texto "La Biblioteca Total" que escribió Borges para la revista Sur en 1939 hace referencia a la idea de imaginar una biblioteca que contenga todos los libros posibles del mundo: los escritos y los que estén por escribirse. Si las letras del abecedario son finitas todas sus posibles combinaciones también lo son. Yo imagino que mi historia tocando la mano de Borges no es tan circunstancial. Que uno de esos libros de la Biblioteca Total ya la tenían escrita.


junio 14, 2011

El mexicano que trajo a Borges


Miguel Capistrán Lagunes (Córdoba, 1939) tenía un gran sueño: traer a Jorge Luis Borges a México. Y lo logró en 1973, cuando el afamado escritor argentino descendió del avión sostenido de su brazo, sin poder distinguir ni ser perturbado por los flashes de las cámaras de los periodistas que fueron a recibirlo, ya estaba ciego.

Un día como hoy hace 25 años murió el autor de El Aleph. Aunque no recibió el Premio Nobel su maestría literaria ha trascendido la humanidad configurando un personaje soñado. El cordobés Miguel Capistrán, investigador, escritor y miembro fundador del Grupo La Capilla, hechizado no sólo por conocer a Borges, sino por el propósito más universal de traerlo hasta tierras mexicanas viajó a Argentina en 1971.

"Me llamó tanto la atención (Borges) y yo le encontraba a él muchas cosas que a mí siempre me gustaron de la literatura: Las hadas y 'Las mil y una noches'. Y Borges siempre fue un apasionado de eso", recuerda Capistrán en su residencia de Ciudad de México.

En su primera visita al país sudamericano Capistrán recuerda que pudo conseguir, gracias a una amiga, el teléfono de la Biblioteca Nacional de Argentina donde Borges trabajaba como director. Marcó ese número algo nervioso. Pensó que le respondería la secretaria. Grande fue su sorpresa cuando al otro lado del auricular se hizo la voz del poeta. "Yo ni sabía ni qué decirle en ese momento".

Capistrán pudo pasear con Borges por las calles de Buenos Aires. Iban juntos a la biblioteca. Hablaban sobre Alfonso Reyes (1889-1959), escritor mexicano al que Borges admiraba y a quien incluso llamaba 'maestro'. El cordobés pudo más que conversar, aclara, oír a Borges hablando sobre literatura: "Era la persona más sencilla del mundo, más agradable, conversador. Casi no podía meter uno nada en la plática, y con ¡una cultura impresionante!... ¡y una memoria!".

El cordobés le planteaba a Borges la posibilidad de viajar a México, pero una y otra vez la respuesta era que viaje tan largo le extenuaba al escritor. Fue hasta el año de 1973 cuando Miguel Capistrán cumplió su añorada empresa. Trabajaba en aquella época para el programa de televisión "Encuentro", en Televisa, y se le hizo la invitación, además: se le acababa de dar al autor de "Ficciones" el Premio Alfonso Reyes.

Borges estuvo seis días en el país. Regresaría una segunda vez en 1978 también por la invitación y las diligencias de Miguel Capistrán, un hombre entregado a la obsesión noble de regalar a los mexicanos la cercanía con un hombre excepcional. Capistrán posee todavía otras historias que lo colocan como un propulsor importante para la cultura de su ciudad y de su país.

(Publicado en Diario El Mundo de Córdoba)

junio 09, 2011

El sueño del perro

Tengo que contarles mi sueño del perro. Nooo, jajaja, espérate, primero contéstanos la pregunta. Pero en verdad quiero contarles mi sueño. Bueno, bueno, el sueño del perro, jajaja, Va.
Estaba no sé dónde junto a un grupo de perros. Unos cinco quizás. Y tenía algo de miedo porque creía que me iban a morder. No tenían rostros rabiosos, ni me mostraban los dientes en lo mínimo, pero nunca les había visto antes y no podía fiarme de su reacción; ellos caminando hacia mí en círculos. Lentamente también me acercaba yo y me di cuenta, en paz, que no tendríamos riñas. Les empecé a acariciar, y jugamos, todos tirados en el suelo. Entonces sí abrieron sus hocicos pero para prodigarme lamidas y mordidas que eran un cariño. Luego de un rato de familiarizar, me puse en pie para alejarme del lugar. Me dirigía no sé a donde, ya ven que uno no recuerda regularmente en este estado con precisión detalles ni razones; pero claro, algunas imágenes se nos quedan grabadas como si hubieran ocurrido ayer, hace una hora, hace 33 segundos, con una fuerza tan real que uno podría dudar si realmente no le ocurrió.
Y esto es lo que me pasó a mí: cuando me alejaba del grupo de perros uno de ellos se me subió encima y me abrazó. Aferró sus dos patas delanteras por encima de mis hombros apoyando todo su cuerpo en mi espalda. Su rostro estaba hundido en mi cuello, bajo la nuca, y tenía las patas tan pegadas a mi pecho que era como el abrazo de un niño peludo que quiere jugar a los caballos, que quiere que le lleves a pasear porque no quiere caminar más, o al menos no por ese momento. Fue una sensación única. Sólo posible en este ambiente onírico. ¿Se dan cuenta? En la realidad esto nunca me ocurría... Espera, espera, a mí, mi perro también me abraza. ¡No!, pero no de esta manera, no así con sus patas estiradas, caminando tú libremente sin sostenerlo, y él adherido como una mochila. Realmente el abrazo de un perro. Realmente un abrazo. De verdad... Bueno, ahora les contesto la pregunta...

junio 02, 2011

El arte rescatado



Eras antes de que te encontrara pero nunca fuiste antes de que te viera

Así inicia: Fui a tirar un papel al tacho de basura y recogí otro papel de él. El primero ya lo había estrujado en mi mano derecha al punto de dejarlo como una pelota deforme; el segundo estaba doblado en su A4 de tamaño. Me di cuenta de éste porque tenía muchos colores: estaba signado bajo el título "Cómo es un día en mi familia", con árboles, un río y una persona balanceándose gracias a una cuerda atada de un tronco. Lo había dibujado Beatriz Andrea G. D., una niña de una edad que desconozco. Lo sé porque al reverso de la hoja viene su nombre. Sacudí el papel por si algún otro elemento del bote le hubiera rozado. Lo estiré. Lo pegué de fondo de mi escritorio, al costado del ordenador. Le tomé una foto y le puse también de fondo de pantalla en mi celular.
Un acto inaugural de lo que acabo de dominar: arte rescatado. Y funciona bajo los siguientes términos:
-El arte rescatado inicia en el mes de junio del año 2011 en México.
-El arte rescatado se basa en dos principios fundamentales: la obra en sí existirá con independencia del artista y será éste quien le dé la calidad de obra de arte al plasmarla bajo un concepto de recuperación, pues se entiende que sin la participación de él la obra no existiría.
-El potencial del arte rescatado radica en el efecto de producir un sentimiento placentero en el creador (el descubridor y rescatista) por lo tanto se le considerará de un goce exclusivo, sin embargo éste podrá compartirlo, y para ello tendrá que hacer una presentación de lo que originó su obra.

Comentario: No hubiera podido darme cuenta de la existencia de este acto si un par de horas antes no hubiera existido la conversación con el artista conceptual Ryuichi Yahagi, quien me dijo algo que cautivó mi atención: todos somos artistas. ¿Por qué?, le pregunté. ¿Por qué dice usted eso? Él me hizo dar cuenta de que todos de niños dibujamos y pintamos. Casi no hay niño que no le guste pintar. Con el paso de los años vamos perdiendo el gusto a ese acto que nos atraía tanto. Luego me encontré el dibujo en el tacho de basura y se dispararon una serie de reacciones que terminaron en la teoría del arte rescatado que acabo de esbozar.

Un ejercicio básico de arte rescatado es mirar nubes y encontrar en ellas una representación única. Sin nuestra observación esa figura no existiera en su calidad de obra.