agosto 28, 2009

Héroes con cola



Me encontré con esta fotografía que tomé hace un tiempo para un reportaje. Es un perro entrenado para ayudar a ciegos. Le digo a alguien que tengo a mi lado: ¿Qué te parece? Se ve muy tierno, me comenta. ¿Tierno?, yo lo veo profundamente triste, le reclamo. Sigo analizándolo. Por cierto he aquí parte de la publicación al respecto.


Publicado el domingo 26 de octubre de 2008 en diario El Mundo, edición En Domingo (Córdoba, Orizaba y Tehuacán).
Héroes con cola

Fredy Ruiz Condori
El Mundo de Córdoba

Ciudad de México.– ¿Cómo sueña alguien que no puede ver? Silvia Lozada Badillo perdió la vista a los tres años de edad a causa de una enfermedad viral que afectó sus córneas. En su casa no tenían los recursos económicos suficientes para enfrentar la discapacidad, pero les alcanzó, junto al esfuerzo de ella, para cumplir algunos de sus sueños. Consiguió un perro guía para tener una mejor calidad de vida y fundó en 1997 la primera y única escuela de perros guía para ciegos en Latinoamérica.

Su amiga Rita Martínez, en la preparatoria, fue la que por primera vez le habló de uno de estos perros. Silvia se puso como meta conseguir uno. Sólo que en México a inicios de los 80s no había nadie que los ofreciera y no se sabía dónde conseguirlos en el extranjero. No había internet como ahora. Ayudada por sus compañeros de clase y su profesor lograron encontrar el dato: la escuela "Leader dogs for the blind" en Michigan, Estados Unidos.

Silvia los contactó y logró viajar para obtener su primera perra, Duches. Cuando regresó a México DF con ella tuvo que darle una capacitación extra para una ciudad tan caótica, porque la perra no esperaba un trabajo en tales condiciones, calles con agujeros o, lo peor, la falta de cultura de la gente. Pero lograron superarlo. Fue entonces que Silvia, quien ahora es también abogada, pues estudió leyes, decidió que podía ayudar a otros mexicanos invidentes y darles la misma libertad que ella estaba experimentando con Duches.

La escuela que soñó
Silvia se contacto con escuelas del extranjero para recibir apoyo técnico y con instituciones nacionales para reunir al equipo humano necesario junto a la infraestructura adecuada. La "Escuela de perros guía para ciegos I.A.P" ya ha donado 66 apoyos para discapacitados visuales en todo el país. Y quieren seguir ayudando.

Ellos reciben al año alrededor de 50 solicitudes pero sólo pueden graduar a diez perros. La dificultad se hace mayor cuando, como indica Silvia Lozada, unas 13 mil personas en el país serían las idóneas para adquirir un perro guía. Todavía no pueden cubrirlo. Sobreviven de donaciones y de lo generado por los servicios que brindan en la escuela, como veterinaria, estética canina y programas de rehabilitación.

Los que quieren un perro guía tienen que cumplir con requisitos rigurosos pues se trata de mucha responsabilidad. Si son aceptados pasan 28 días en la escuela para recibir un curso de capacitación. No se realiza ningún pago por el perro excepto la estadía de esos días en la escuela.

El camino ha sido largo, pero cuando uno se pone una meta y trabaja duro en cumplirla, no hace falta ver para poder disfrutar de lo que algún día se soñó. Ahora Silvia Lozada tiene a Hope, una labrador hembra de seis años, que la lleva por los pasillos de la Escuela y por el asfalto de las calles. Para el año año 2010 tiene como meta poder donar 30 perros al año. Treinta canes que son, literalmente, héroes con cola.






agosto 26, 2009

El efecto botón



Necesitaba pegar un botón a una camisa. Sólo que no encontraba una tienda donde vendieran una aguja. ¿Dónde compra uno ese tipo de cosas? Entré a una farmacia que además vendía regalos, y algunos otros objetos variados. Aquí podrían vender una aguja, me dije. nada pierdo con preguntar. Entré.

–Disculpe, ¿vende agujas?
–¿Agujas para qué?
–Ahh... quiero coser un botón de camisa.
–No, esas no tengo.

Camino por la avenida once me topé con una puerta que lucía trajes cubiertos por plásticas. Busqué por todas partes un letrero para saber de qué trataba el lugar. Como ya estaba en el umbral, y con el impulso del paso que me llevaba, pasé hasta estar frente a una señorita que estaba sentada a la cual hice la misma pregunta de las agujas. Sonrió y movió la cabeza como indicando que ahí no vendían lo que buscaba. Pero agregó lo siguiente, como si se le acabara de ocurrir una muy buena idea y esperara una respuesta favorable de mi parte a su gran plan:

–¿Cuántas quieres?, dijo poniéndose de pie.
–Oh, sólo una–, manifesté con simplicidad.

Sacó una aguja de un cajón y además me preguntó si también quería hilo. Sí, por favor, le indiqué. ¿De qué color? Blanco. Ya estaba tirando de un tubo que lo envolvía. ¿Mucho? No, no, esa cantidad está bien. Es para pegar un botón de una camisa, nada más. ¿También quieres un botón?... pero sólo tengo blanco y azul ¡No, no!, el botón sí lo tengo, gracias, sólo quiero la aguja y el hilo. Mientras ella terminaba de enrollar todo en un pedazo de papel cartón, pensaba en cómo es que aprendí a coser el botón de una camisa. ¿Fue mamá? No creo recordarlo con exactitud. Finalmente atravesó la aguja en el hilo y me los extendió con otra sonrisa.

–¿Cuánto es?
–No, no es nada.
–¿En serio?...
–Sí, ya sabes, cuando se puede, con mucho gusto.

Estaba tan agradecido que inmediatamente se me ocurrió preguntar:

–¿Qué hacen aquí...? ¿Es una costurería?
–No, aquí sólo vendemos vestidos.

Viendo que no podía comprar nada para mí, me despedí agradeciendo otra vez el agradable gesto. Y ella seguía sonriendo y me deseaba además que pasara un buen día. ¡Un buen día!

No puedo dejar de pensar que este tipo de personas cambian el mundo. Su generosidad y amabilidad, y no sólo ellas, sino el tremendo entusiasmo con que las practican, hacen de éste un lugar mejor. Si alguien estimó que el sólo revoloteo de una mariposa puede causar un huracán en otra parte del mundo; podría decirse lo mismo de este tipo de actitudes humanas. Quizás una aguja y un pedazo de hilo no valgan mucho económicamente; pero es ése leve revoloteo que provoca torbellinos de, cómo llamarlo, bondad, quizás... Por otra parte hay demasiada mierda. Aniquiladora de esos torrentes.

Me he sentado a coser el botón. Hay que pasar primero el hilo por la aguja. Mojar la punta si es necesario. Introducirlo. Acertar. Igualar los extremos del hilo que, juntos, ambos, se enlazarán sobre el dedo índice, para que el pulgar se deslice sobre aquel y finalmente soltar y jalar con ambos dedos hasta conseguir una bolita al extremo: ¡Un nudo! Lo demás no resulta muy complicado: meter y sacar y volver a meter y sacar por los cuatro agujeros del botón. Otro tipo de nudo. Fin.

Y sí debería funcionar. Vamos a reducirlo a esto: A sonríe a B. B, que se siente favorecido por A, sonríe a C. C estaba pasando por un mal momento con D. Por cierto D estaba a punto de cometer una tontería que le arruinaría la vida por completo. C, contagiado, decide sonreir con D, que da marcha atrás en su determinación. C compra un helado de doble bola. ¡E vendía helados!...

agosto 12, 2009

Anotaciones mínimas



¿Por qué?


Durante años me he jactado de conservar a los libros sin anotaciones de ningún tipo sobre sus páginas. Inmaculados. Casi he mirado con cierto desdén a quienes le hacen algún tipo de inscripción. Yo no.

Y ¿por qué?: ¿desde cuándo he adquirido esa costumbre, y qué tan firmes son las razones que la sustentan?... Pensaba quizás:

-No puedo atacar a los libros. Tienen un valor como objeto en sí. Más allá del contenido: su tamaño, su grosor, su textura, ¡ah, su olor!... su olor... su olor... Tengo que conservarlos con la delicadeza de tesoros que he ido conquistando. ¿Cómo meterles el puñal de una pluma?, ¿cómo estigmatizarlos con la tinta o el carbón?

-Supongo que alguien tendrá mis libros algún día. Cuando ya no esté. No le quiero dejar la molestia de tener que leer sobre marcas. Qué falta de amabilidad la mía.

¡Al demonio con todo esto!

Ayer cambié. He llenado de trazos azules y verdes "Una muerte muy dulce" de Simone de Beauvoir. Azul para subrayar frases y hacer comentarios al margen y verde para capturar palabras. No estoy maltratando el libro: le estoy adhiriendo mayor valor; ahora sí estoy componiendo verdaderos objetos vivos, y tendrán mi esencia, lo que yo he dejado en ellos. Quien sepa leerlos, agradecerá que les haya puesto una idea siempre generosa...

Aunque finalmente hago esto por mí. Por nadie más. Ya lo había planeado desde hace varios días atrás; compré la caja de colores en una tienda con ofertas por temporada escolar. Cuando llegué a la última página hasta me animé a realizar un dibujo: era yo echado en la cama, aferrado al mismo libro. Retrato de la posesión. ¿Alguien podría pintarme a la vez?

Luego me acosté y soñé con estas escaleras:



Relatividad, M.C. Escher

agosto 05, 2009

Honduras, es por la democracia (I)


Manuel Zelaya Rosales tiene que mantener la tensión mundial sobre el golpe de estado a Honduras*. Y es por eso que ha llamado a sus compatriotas en más de una ocasión "al derecho ciudadano" de la insurrección. En su visita a México, invitado por Felipe Calderón, matizó su pedido: un movimiento de resistencia pacífico, ha dicho. Hoy ha sido oído por grupos de hondureños, como algunos estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), que realizaban una protesta en la puerta de ese centro de estudios, haciendo bloqueos, y que fueron reprendidos por policías, donde la misma rectora de la universidad, Julieta Castellanos, fue agredida, según reportan agencias de noticias. Lo anterior a esto es ya conocido: toques de queda, violación a la libertad de expresión, enfrentamientos y heridos.

En entrevista con Carmen Aristegui, en CNN, Zelaya dice que si Estados Unidos aprieta, el golpe no dura más de cinco minutos. ¿La solución a esto pasa porque Estados Unidos sea más firme?, le pregunta la periodista. Zelaya afirma que la administración de Obama podría hacer más, pero que la salida está en la misma resistencia del pueblo hondureño.

Días atrás Manuel Zelaya caminaba a paso lento en la frontera de Honduras con Nicaragua, rodeado por sus seguidores, empujado por aquéllos que lo quieren en el poder otra vez. La prensa de todas partes del mundo estaba ahí, reportando lo que podía ser el regreso de un presidente constitucionalmente elegido y sacado a las bravuconadas por un grupo de líderes políticos hondureños que construyeron un gobierno de facto. Pero ahí estaba Zelaya, con sombrero de vaquero, paso a paso, cada vez más cerca de su país. Las cámaras se peleaban por la mejor posición. Los reporteros se acomodaban a los empujones. CNN tenía que utilizar la transmisión de Telesur, a pesar de que ellos tenían a un enviado en la zona, pero éste había sido puesto por la turba fuera de la acción. Más agitación. ¡Zelaya, ya casi! Y el presidente que ya no es presidente en todas sus funciones, pero que por consenso internacional vamos a seguir llamándolo así, como corresponde, levanta las cadenas que lo separan de su tierra. Un paso más. ¡Y ya! ¡Bravo! Los que le rodean explotan en aclamaciones. Zelaya había regresado a Honduras... Luego lo abandonaría otra vez.

Este gesto no gustó a la comunidad internacional: no hay las condiciones de un regreso pacífico, dijeron. Excepto, quizás, al enfurecido gobierno venezolano que grita por mayor firmeza (que llama despectivamente 'Goriletti' al presidente hondureño autoimpuesto, Micheletti. Algo que es un poco gracioso, viniendo de quién ha mostrado despotismo y represión para los que no se alinean a su pensamiento, que no se condice en nada con prácticas democráticas, y que se parece más al imperio de un primate que se hace obedecer a los golpes. Chávez insultando a Micheletti. Mmm).

Los golpistas quieren soportarlo todo hasta las próximas elecciones de noviembre en el país centroamericano. Zelaya no tiene -lo sabe muy bien- que dejar al foco de la noticia desviarse de Tegucigalpa. Es por ello que la invitación, y recepción con honores de presidente en México, le viene bien a sus planes. De vez en cuando lanza la siguiente advertencia: Ojo, con dejar que los golpistas se salgan con la suya. Esto puede estar pasando ahora en Honduras; pero si lo permitimos, pronto, será otro país de Latinoamérica.

Precisiones de por medio, los países saben que no se trata de una cruzada por Zelaya -que ahora se ha vuelto famoso, y que en el futuro, piensa él mientras duerme, al final todo esto le vino bien y se ganará seguramente con algún puesto en un organismo internacional, si no, para qué, no hay mal que por bien no venga-, es una lucha por la tan bendita palabra, alzada en miles de discursos, invocada con firmeza y ligereza, con principio y con falsedad. Con justa causa o sin ella, pervertida por la oportunidad. Es democracia.

Es por la democracia...

*Un indiscutible golpe de estado. Lo sacan fuerzas militares de su casa en piyama y a balazos, lo ponen en un avión y lo botan del país. ¿Cómo se llama eso? Dicen que Zelaya ya venía quebrantando la ley, haciendo caso omiso a las decisiones de otros poderes del estado; de acuerdo con ello, se le debió juzgar, pero nada justifica que se lo haya despojado de esa manera, fuera del mismo respeto a las leyes. ¿Es una sucesión legal? ¿En qué parte de la constitución hondureña dice que si el presidente incumple la ley se le saca a patadas? Inadmisible.


Fotos extraídas de Elpais.com y taringa.net

agosto 01, 2009

Extinciones humanas


¿Qué mirada de desconcierto habrá puesto el hombre de Neandertal cuando por primera vez vio al hombre de Cro-magnon (antecesor directo de nosotros), una especie diferente a él?
¿Y luego qué habrá sentido, cómo se habrán conmocionado esas enormes fosas nasales, al oler a todos los suyos extinguirse, avasallados por quién poseía una forma más sofisticada de pensamiento y una tecnología superior, hace más 30 mil años atrás?

Tecnología y extinción.

No podría sorprendernos ahora una especie diferente a la nuestra. ¿O sí? Aquí en la Tierra, al menos, parecemos los amos y expeditos para transformarlo todo y destruirlo como nos plazca. No nos vamos a levantar mañana con la angustia de enfrentarnos a un similar. Nuestros iguales son suficiente enemigo, y a eso parecemos estar persistentemente abocados.

Camino por una avenida de la ciudad de Córdoba, antes de que la lluvia desatada lo inunde todo. Y me encuentro con este señor que está montado sobre un aparato extraño, algo que no se ve con facilidad todos los días. Es una suerte de bicicleta partida por la mitad. La llanta da vueltas pero el hombre no avanza. Sale chispas, como si algo estuviera fallando en la máquina, y él sólo le soba con un cuchillo por la parte superior, como diciendo "mira, que si no avanzas te voy a dar con esto".

Me detengo.

-Le voy a tomar una fotografía...-, le digo mientras busco en mi maleta mi propia herramienta para conseguirlo.
-Sí, sí-, acepta él sin dejar de trabajar. Cuando ya he tomado algunas vistas, me señala que ahora me baje de la banqueta y lo haga desde esa nueva posición. Doy un salto.

Semanas antes había buscado a este personaje para un reportaje sobre oficios en extinción. En la ciudad de Tehuacán encontré a Jaime Hernandez, que cumple con el trabajo de afilar cuchillos y tijeras, pero desde su taller donde además elabora piezas para mecánica y tornería, algo diferente del hombre que, antaño, iba empujando la rueda haciendo sonar un silbato.

-Por cierto, ¿tiene el silbato?

Busca en el bolsillo de su camisa y extrae un aparato de plástico que tiene unos siete agujeros que van a dar a pequeños tubos de distintos tamaños, uno más grande que el siguiente.

-Sabe, lo estaba buscando hace unas semanas. Ya no hay muchos afiladores como usted, ¿verdad?
-¿Cómo no? Aquí estoy yo...
-Sí, aquí está usted, pero ya no se los ve por las calles. Es muy raro...
-No. Sí hay...

Y sí, tiene razón: los hay. Ahí está él.