febrero 20, 2009

Que me cante en quechua



Estaba parado en la fila de un cine en Lima esperando a ver la película Madeinusa. Delante mío una muchacha llamó mi atención. La acompañaban un par de amigos. Estaba casi seguro de que se trataba de Magaly Solier, pero no podía verle todo el rostro porque estaba de espaldas y de rato en rato sólo de perfil. Se fueron a comprar algo de comida y unas bebidas. Cuando ella volvió pude confirmarlo. Se veía pequeña y risueña. Me animé a hablarle.

-¿Tú eres Magaly Solier, verdad?
-No. (risa tímida y cómplice)

Le dije que yo sabía que era ella. Se me ocurrió que le ponga un autógrafo al reverso de mi boleto de entrada al cine. Ella lo hizo. Me enteré que era como la sexta vez que venía a ver su propia película.

Cuando la fila avanzó no pude evitar seguir sus pasos. En una actitud casi fetichista -mi amigo Balo me sugirió que de eso se trababa- me senté en la butaca justo posterior a ella. Vi toda la película teniendo a la artista delante mío. La luz cinematográfica atravesaba el espacio, la tocaba a ella y luego a mí. El discurso fílmico se había potenciado. Mi atención se afinaba en el efecto que producían ciertas escenas en ella. Sus ojos me estaban negados por la posición superpuesta de nuestras cabezas. Trataba de imaginarlos en su forma de helechos. Componer el reflejo. Esa idea me produjo una cierta excitación similar al instante que precede al sueño. Estaba conmovido.

Magaly Solier es un personaje singular. Es inocente, alegre y simple. En cada entrevista que le han hecho impresiona con su encanto. Nació en Ayacucho, Perú, una ciudad ubicada en la sierra y que sufrió lo peor de la época del terrorismo. Ahora vive en la bulliciosa Lima, la capital, que no le gusta, porque la directora Claudia Llosa la escogió para protagonizar sus películas. Llosa vio lo que hoy todos reconocen. Se dice que alguien tiene ángel cuando su presencia estimula lo mejor en nosotros, nos alegra, nos enamora. Magaly tiene ángel y se le nota demasiado.

"La teta asustada", reciente película de Claudia Llosa y que protagoniza Magaly Solier, acaba de ganar el Oso de Oro a mejor película en Berlín. Magaly se dio el lujo de cantar en quechua en la ceremonia de premiación. Fiel a su ángel ha emocionado a todo su país.

He puesto a Ima Sumac penetrarme con su música.

Tengo un sueño: que algún día Magaly Solier me cante en quechua. Sólo para mí.



Fotos: daylife.com

febrero 19, 2009

Mi abuelita Antonia



Hoy mi abuelita Antonia me ha enviado un mensaje al celular. Yo nunca había tenido una abuelita. Es decir, sí las tuve, pero ellas, las dos, se murieron antes de que mis ojos pudieran conocerlas. Se las llevaron de mí.

Pienso en la familia. Y he recordado las palabras del escritor Jorge Salazar en la entrevista que le hice hace unos años para la revista Impresión. Decía él: "...aprendí muchas cosas en la vida personal: que la familia no es necesariamente la gente que más te quiere o más te comprende. Aprendí que la familia es accidental y que los verdaderos hermanos, la verdadera familia es producto de afinidades espirituales, de coincidencias y querer."

Me gusta pensar en las afinidades. Uno también hace de su familia a ciertas personas que estima profundamente. Como dijo Salazar es una coincidencia grata de quereres y gustos. Una preferencia. Una dedicación que nada y nadie exige. No viene de un contrato social o humano, no le pide a la moral, nace de la libre imposición de dos cuerpos y dos almas que se extrañan cuando le falta la una a la otra.

Aveces un amigo se hace parte de tu familia. Otras veces alguien llega a tu vida, y al otro día comparten una mesa, una película y una bebida. Las tardes. Y de pronto conoces sus pesadillas que hablan en el cuarto de junto. Y te da miedo despertarle y ¡cómo le llamas!... qué le dices...

Hoy mi abuelita me alegra el día. No he dejado de mencionarla. Tenía que escribirlo. Y pensar en cada una de las personas que conforman mi familia.

febrero 08, 2009

Mensaje de voz



Estoy mirando las hélices del techo. El ventilador blanco gira una y otra vez. Un momento de plenitud. Reparo en mi celular. Lo tengo al costado. Casi junto a mi cabeza. Pienso en el mensaje. Grabé uno para el contestador de voz hace unos días. ¿Puedo yo oírlo? Marco asterisco 89. Error. 69. No. Busco las opciones. Era 86. Uno. Opción dos. Tres... Allí está mi voz. Me parece simpática. Me gustaría llamar a este tipo. Confío en su acento. Parece un buen muchacho. Me gustaría llamarlo. En verdad estaría muy bien...

Dejo de pensar en tonterías. Marco el número de su teléfono. Me manda al buzón. Decido escucharlo...