junio 29, 2008

La muerte de un periodista


Sé que hace unos días murió el periodista Jorge Salazar. No he podido escribir nada y hasta ahora se me hace difícil, sobre todo por dos razones: no soy nadie para decir algo y es de mal gusto (como diría él) hablar de alguien cuando ya no está presente. ¿Para qué?

Entonces no quiero hablar de Jorge Salazar, de lo buen periodista que fue, de los cargos que ocupó, de los premios que ganó, de sus principales cualidades y gustos, ni nada que se aproxime a eso.

Me da un poco de pena esto de la muerte. Desde que sé que no hay nada más allá, me alarma algo. Cuando se acaba el negocio, todo se va a la mierda. Aquellas vivencias que vamos teniendo cada día son lo que realmente vale, aquellos pequeños triunfos, esas sonrisas. ¡Ay!, si uno pudiera llevarse, vamos, aunque sea una almohada, un par de centavos para el camión, nada, la muerte te arrastra calato, sin cuerpo, sin sangre, sin neuronas y sus maravillosas conexiones, te expulsa al mundo, al final de una calle, al empiecito de una nariz de pelos grises, al unísono chubasco de las madrugadas, al mojado rincón de los grillos. Yo lo sé. Todos lo saben. En el momento del final no se va el alma, que no existe, que es un cuento, que está bueno para sentirse especial; se van tus ideas, tus recuerdos, tus convicciones y miedos, todo eso esparce al mundo como energía, a regarse como se pueda y se venga. Es más cierta que nunca esa frase que dice: "no somos dueños de nada".

Él ya andaba enfermo. Ahora es del mundo. Yo espero que en el aire, en el baile de un grano de polvo que perciba en la cocina de un buen lector atestado de libros un hilillo de un buen plato de comida y el rumor de un gol.

¡Los periodistas nos merecemos más, carajo! Uno anda buscando la verdad, ¿ya no estamos ganando más batallas que nadie?

junio 28, 2008

Apatía en el Golfo

Yo sé que quieres cambiar el mundo, me dicen. Salgo a la calle ajustando mi mochila a mi torso ahora delgado por la falta de comida. Sé que pronto comeré así que mi cuerpo se calma y anda conmigo. Llego al paradero o parada de camiones como le llaman en este país y me doy cuenta de lo pequeña que es. Yo no puedo entrar en esto si estirara todo mi cuerpo y no agachara la cabeza. No necesito intentar encontrarme con el metal, a cierta distancia sé que estoy en lo cierto. ¿Qué comeré hoy?
Ahora vivo en Córdoba, una ciudad en el estado de Veracruz. Ayer por la tarde convocaron a una marcha por la seguridad ciudadana, esto a raíz del asesinato de Karina Reyes, una joven estudiante de la Universidad del Golfo de México. Secuestrada y luego muerta. Esperaba si no ver a parte de la población, al menos a muchos estudiantes de esa casa de estudios. No fue casi nadie. Pude contar 47 personas que empezaron la marcha y 46 que la terminaron.
Alguna prensa, la mayoría, los esperan en la Plaza, muy cómodos para tener una foto y hacer preguntas desubicadas. Un discurso breve, unas palmas y se acabó. Todos a casa. ¿Dónde estaban los estudiantes de la Universidad? ¿Muertos de miedo en sus clases o rascándose una oreja frente a la televisión hogareña? Los pocos, los valientes, los verdaderos ciudadanos estaban furiosos ante la apatía de la población. No reproduzco sus opiniones pues no me siento de lo mejor hablando mal de una tierra que -en lo poco que llevo aquí- me ha dado sólo satisfacciones personales.
Y hoy tenía que hablar. Denunciar. Pues el verbo si casi estéril casi nada sólo en mí. Comí pollo a la naranja con tortillas y arroz blanco. Vine a escribir.

junio 05, 2008

La mentira en el medio ambiente


Créanlo o no el medio ambiente también está compuesto por seres humanos. Y ya que acabamos de celebrar el día mundial del medio ambiente dediquemos este post a la especie que busca destruir el planeta de costa a costa y a toda costa.

Me pregunta mi padre ¿por qué es tan perversa la mentira? Pues porque el deshonesto, dentro de su cabeza -en ese escenario imaginario burdo que le corresponde-, elimina todo lo que le rodea para obtener un resultado a su favor inmediato a través de una realidad falsa. Esto, aunque no parezca fácil de entender, provoca desarreglos al sistema de convivencia universal que casi siempre conducen a graves accidentes para todos. Es quizás oportuno tener en cuenta los siguientes dos aspectos. Uno práctico y cotidiano y otro de orden científico y más riguroso.

Pensemos en la frase muy conocida: "la verdad siempre sale a la luz". Y cuando la verdad se abre paso, ay, cómo le va a la pobre y endeble mentira, se escurre sucia en su propio barro maloliente. El daño, sin mucha exclusividad pero sin fallar, recae en el embaucador. Aquello de la fábula del pastor y el lobo nos habla sobre la pérdida de las ovejas, pero no dice nada sobre el final del embustero pastorcito, para mí que le dieron tremenda paliza. Esopo se ahorró esos detalles.

"El efecto mariposa", en el marco de la teoría del caos, nos habla de lo que puede causar el simple aleteo de una mariposa: un furioso tornado. En el mundo ocurren muchas cosas que no venos. Ya no sólo hablamos de átomos, sino de de neutrinos atravesándonos una y otra vez. Es una locura. Tú lanzas una piedrita al lago, la moneda a un pozo, y realmente puedes esperar que tus deseos se cumplan. Claro, tienes que tener en cuenta que el "ambiente" no necesariamente tiene la velocidad que esperas.

La mentira es una forma de atacar la realidad. De esculpir engendros y destruir órdenes. Los animales ni las plantas andan por ahí inventando cosas. El fraude desgasta ánimos, pierde voluntades y arrastra cambios no previstos en el ambiente. Si es aquí donde estamos todos, en la misma caja de comunes y habituales, sin más dónde ir, ¿a qué sitio podría descargarse esa frustración, esa ira? Esa energía no se pierde, se transforma. La mesa que golpeaste, las lágrimas que derramaste, la sonrisa que ahogaste.

De por sí vamos a un ritmo y al planeta no se le ocurrió que la especie humana tuviera representantes que usaran la imaginación para mandar el mundo a la mierda. Está bien plantar arbolitos. Pero hay que saber si esas manos no andan manchadas de algo y por fertilizante hagan pasar insecticida. La mentira es muy perversa. Y como es una cualidad humana, tanto peor.