noviembre 13, 2009

El Muro fantasma



El Muro fantasma



El fin de la historia dijo Francis Fukuyama. ¿? Ahora que se acaba de celebrar 20 años de la caída del Muro de Berlín, me preguntaba cuánto sabía sobre el fin del modelo comunista. Me di cuenta que no sabía casi nada. Nada para ser más precisos. Es por ello que empecé a informarme en wikipedia, en las noticias relacionadas al tema que se han publicado durante estos días. Hasta ahí podía tener una idea de lo que se estaba festejando. No era suficiente. Busqué en la televisión por cable, me imaginaba que se harían programas especiales relacionados al evento: no fueron lo que esperaba. No había profundidad. Quizás el lunes temático del canal de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el más completo en televisión, pasando por casos aislados en otros medios. Qué superficialidad la imagen de los juegos pirotécnicos a la merced de Angela Merkel, y sus invitados internacionales, hoy, combinada con la imagen de la algarabía de la población alemana aquella noche del nueve de noviembre de 1989. Para la foto.

Lo mejor fue conseguir la revista Proceso que había sacado una edición especial, explicando el acontecimiento mismo de la caída con testimonios de personas que habían vivido esa debacle. Ese respiro íntimo de quien se lanza contra la barrera para destrozarla a punta de humanidad o combo, o de quienes se aglomeran, ya con permiso, en el límite para atravesarlo jubilosos empujando a la antes opresora fuerza de la Stasi (la policía secreta y de inteligencia de la Alemania del este), ahogada. O como también, tiempo antes, esa angustia de pasar camuflado junto al motor de un auto en dirección al oeste, y aquellas historias de quienes por su libertad fueron alcanzados a las balas en el estrecho de la muerte, su muerte. ¿Qué era ese poder que lo controlaba todo, que tenía tanto miedo como para espiar al detalle a su gente, que ofrecía igualdad a cambio de represión y sometimiento? ¿Cómo se configuraba un sistema obsesionado ideológicamente en su propia ontología social y política? Algunas de las respuestas a estas preguntas estaban allí. Y también las consecuencias, la Alemania de hoy, la realidad de una "floreciente nación unificada". Sus contradicciones y sus añoranzas. Pero como siempre quedaban pendientes más preguntas, me fui a los orígenes y llegué hasta el Manifiesto del Partido Comunista, que por cierto me habían regalado como parte de un grupo de libros desechados. Junto a este texto también me encontré -en el mismo grupo que se apilaba en una ruma de lo que ya no se quiere, que se bota, páginas algo amarillas y que ya nadie entiende o se considera parte de un sumario totalmente desfasado- un libro sobre literatura soviética. Bueno, tenemos que leer esto, es necesario: cómo solamente enterarse del fin de un modelo social a través de los hechos anecdóticos, sin reparar en las ideas que le dieron nacimiento. ¿No es esto último lo medular para hacerse de un moderado juicio crítico?

He leído con apretada curiosidad, reflexionando en el diagnóstico, en el análisis de la sociedad burguesa y consumista. Y a pesar de que los postulados del Manifiesto pertenecen a mediados del siglo XIX, y que sostuvieran modelos como el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), socialista, que ya no existe, que para Fukuyama significó el fin de la historia, y que con esto le dio una patada a la dialéctica de Hegel (tamaña barbaridad) y que la gran masa imperante -en este caso por abundancia numérica- cree campo para la estantería de los dinosaurios, su voz se siente tan de coyuntura, para una lectura, por supuesto, que ubica los términos en su tiempo:

"Dondequiera que ha conquistado el Poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus "superiores naturales" las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel "pago al contado". Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y bien adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal."

La explicación de burguesía la da F. Engels: "por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios de los medios de producción social, que emplean el trabajo asalariado". ¿No es esto comparable con lo más representativo del capitalismo actual? ¿No es aquel frío interés, el cruel 'pago al contado', el que nos ha llevado al absurdo extremista de darle un valor supremo a la representación abstracta del valor monetario de los bienes, es decir, a la bolsa de valores? ¿No es acaso el cálculo egoísta -en lo mínimo- el que nos ha llevado a la reciente crisis económica? ¿A qué si no apostaban esos intereses que jugaban con las expectativas del cambio de valor económico (de los bonos hipotecarios), a través de las más truculentas estratagemas que ofrece el sistema? ¿No es desalmada la libertad de comercio cuando se controla el precio de los bienes? ¿No es, por un segundo, al menos, "brutal" esa voracidad de hacer más dinero en las bodegas y cuentas de los bancos, mientras hay gente que se muere de hambre? ¿Acaso ese calificativo de "descarado" no es siquiera ajustable a quienes gobiernan para y en ofrenda de las poderosos grupos económicos?

El tremendo remezón de la crisis económica originada en Estados Unidos puso por un momento en cuestión al capitalismo. Las veladas disculpas rápidas y la sindicación a un grupo de avariciosos fue la solución. Y no se hable más. Aquí todo funciona bien. Pero... sea, al menos, que el sistema no fuera el responsable, sino un buen grupo de quienes están en las directrices de él, las pústulas excitadas de estos últimos han lubricado de tal forma la maquinaria, que no se ve que vaya a funcionar para otra cosa que no sea beneficiar a los mismos de siempre.

¿Es lo mejor que tenemos?(1)

Las revoluciones sociales no han triunfado, al menos se me ocurren claros ejemplos en América Latina, porque que cuando éstas llegaron al poder traicionaron sus ideales. Mantuvieron o reemplazaron las iniquidades, las injusticias... Otra vez los oprimidos. Un gobierno del cambio, de la justicia social, que subyuga por las persistencia de las diferencias sociales o la implantación de controles dictatoriales, no puede prosperar, al menos en el aspecto del bienestar y la paz social.

Banderas revolucionarias contra el capitalismo liberal o el modelo imperante no son el recuerdo de la historia. Ejemplos como el pintoresco Hugo Chávez hacen harta bulla. Líderes antisistema pueden nacer en terrenos abonados por el desencanto. Fuerzas con distintos poderes se enseñan los dientes todos los días... ¿Qué será de China? ¿Qué sabemos de ella y qué podrá llegar a alcanzar? ¿A qué aspirará China? ¿Tendrá algún sueño extravagante?

No todos los cambios tienen que ser traumatizantes. O quizás sí, al menos los más importantes. La celebración de la caída de un sistema político como el de la RDA, el día en que el mundo cambió, ese muro en el suelo, se ve como perdurable. Pero eso es así para la ridiculez de la perspectiva humana con sus 70 años de esperanza de vida, bueno 80, si quieres cien. Ridiculísimo. ¡Y aburrido por otra parte! ... Y esto no es un augurio de la vuelta a modelos socialistas, con algunos de sus representantes más torpes, al menos aquí en Latinoamérica, no. Es diferente. La discusión de qué es justicia social, qué es el bien, qué es el mal está en constante alimentación. Avanza. No está quieto, se transforma, y por lo tanto no será lo que fue hace 20 años, hace más de cien años.

Cuando Marx y Engels elucubraban las primeras palabras del Manifiesto decían: "Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo", era porque estaban apenas dibujando la realidad que los rodeaba, su futuro, lo venidero. ¿Se podría decir lo mismo ahora?: Un fantasma recorre el mundo...


Fredy Fernando Ruiz Condori
México, noviembre de 2009


(1) El Estado le procura a cada ciudadano, por igual, las posibilidades de vivir dignamente. ¿Qué pasa con aquellos que son pobres? ¿Las políticas de progreso económico neoliberal les darán la oportunidad de salir de la pobreza? Cuando la televisión nos muestra ejemplos de personas que salieron de la pobreza para triunfar, detrás de esas historias hay esfuerzo, sacrificio, se rompieron el lomo, como se dice coloquialmente. Y podemos todavía especular que tuvieron suerte. Bueno, ¿por qué en una sociedad donde todos son iguales unos caminaron sobre espinas y otros sobre almohadas de seda para llegar al mismo lugar? Sea válida al menos la recepción de los cuestionamientos.



Imágenes de los interiores de la revista Proceso, Edición Especial Número 27.

noviembre 12, 2009

Singularidad

"Cuando desaparece un ser querido, pagamos el pecado de existir con mil añoranzas desgarradoras. Su muerte nos devela su singularidad única; se torna vasto como el mundo que su ausencia hace desaparecer para él, y que su presencia hacía existir en su totalidad; nos parece que hubiera debido ocupar un lugar más importante en nuestra vida: en última instancia ocuparla totalmente."

Simone de Beauvoir