julio 25, 2011

"Madre, tengo hambre"


Las Patronas no escuchan música, porque su oído está expectante a diferenciar el rugido del tren que viene de arriba y el tren que viene de abajo. Este último es el esperado porque trae sobre su lomo de metal frío o ardiente a las decenas de migrantes centroamericanos que quieren cruzar la frontera a Estados Unidos. Cuerpos inundados de hambre; y ellas son sus salvadoras: un grupo de 10 mujeres que diariamente viven por cocinar y llenar los alimentos en bolsas transparentes que ellos les arrebatarán de sus manos extendidas.

La Patrona es una comunidad del municipio de Amatlán, en el Estado de Veracruz, México. Una zona dedicada al cultivo de maíz, frijoles y la caña, entre casas de madera rodeadas de árboles y frondosa vegetación. Se llama así en honor a la Virgen de Guadalupe, La Patrona. Es paso de la ruta del migrante que viaja en tren.

Bautizaron como Las Patronas al grupo de mujeres de la familia Romero Vázquez que desde 1995 hicieron un comedor para migrantes de paso. A ellas se han unido vecinas y juntas de lunes a domingo, sin descanso, de siete y treinta de la mañana a ocho y treinta de la noche -porque el migrante come todos los días- cocinan.

En un fogón a base de leña preparan arroz y frijoles, empacados en bolsas de medio kilo, amarradas una a la otra, y agua de limón en botellas, dos, sujetas por un hilo. Aprendieron esa técnica por la que sólo un dedo del migrante, que pasa por esa zona a unos 60 kilómetros por hora, puede aferrarse al hilo que sostiene las bolsas de comida. Antes sin la cuerda se iba al suelo.

Nadie les paga por este trabajo. Estuvieron ocho años en el anonimato impulsadas por la simple pero poderosa idea de dar alegría al hambriento: que puede estar dos días sin comer. Ellas juntan el dinero de lo que ganan sus familias en el campo. Iniciaron con 25 raciones, ahora preparan más de 150. La llegada de unos estudiantes, que las grabaron en video, hicieron un documental fue su inicio a la fama. Ahora suelen recibir donaciones de insumos para la comida.

"No, no somos famosas", reclama Bernarda Romero, la primera Patrona en dar pan y leche, que compró para su familia, a un grupo de migrantes que le gritaron "Madre, tengo hambre". Dice ella que los famosos deberían ser los que van sobre el tren, arriesgando su vida por un futuro.

Una está limpiando los frijoles sobre la mesa de madera, otra aumentado agua al arroz, más allá exprimiendo los limones o atizando la leña. Antes eran más mujeres, pero algunas abandonaron el proyecto, porque tuvieron miedo de meterse en problemas. El tema de la migración en México significa también dinero y muerte. Pero ellas no tienen temor. Van con Dios, lo mencionan mucho. Dicen que no le hacen daño a nadie, que les dan comida a todos, sin distingos. Las manos estiradas pueden ser de "buenos o de malos". ¿Cómo saberlo?

Llegan periodistas de todo el mundo por conocer sus historias. Ellas tranquilas hablan por sobre el olor intenso de la leña. "Mekníficou", les dijo un visitante de Siria. Y sí: son famosas. Imparten conferencias para académicos, especialistas, profesionales y estudiantes. Su vida ha trascendido desde un comedor para el que viaja rumbo norte, a la estación esperanza.

Publicado en Diario El Mundo de Córdoba
(Foto: Rafael Calvario, Diario El Mundo de Córdoba)

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