febrero 13, 2008

Purito amor y sexo


Hoy es el día del amor. Te acurrucas detrás de su nuca y entre el bosquejo perfumado de su pelo y cuello mientras le das toques de presdigitador a la punta de su oreja con tu lengua. Aprisionas su cintura con la tenaza arrobada de tu cuerpo y le soplas el pecho para robarle de a pocos el alma. ¿Se puede ser más animal? Oteas el hilillo de su sexo crápulamente vanidoso y extasiado. De arcadas de gozo te vas al suelo y te arrodillas diciéndole que nunca en su vida alguien le amará como esta noche, vaga y espesa, pero llena de fresas frescas y alcohol de verano.

Como que esta descripción del amor se me ha hecho muy carnal. ¿Pero acaso el amor no implica sexo? Digamos, no están emparentados en cierta forma. Y no me vengan con el amor filial y ese tipo de cosas, claro que estamos hablando del amor de pareja. Precisamente ése se me hace sexual. Sí, de hondo y purito sexo. ¿Ejemplos? Tenemos uno muy a la mano y en las salas de cine: "El amor en los tiempos del cólera". Aunque aún no he visto la cinta, puedo hablar del libro. Florentino Ariza y Fermina Daza, ya viejos y arrugados, consuman su amor ideal con un encuentro sexual de aquellos. Es que se me hace muy probable que don Florentino haya esperado todo ese cúmulo de años tan solo con el firme propósito de tirarse a Fermina. Claro de tanto en tanto se fue distrayendo en algo. Pero lo que realmente quería él, del verdadero amor de su vida, era llevársela a la cama. Mefistófeles dónde le firmo, que lo que tenía que hacer en esta vida ya lo hice y con creces, habría dicho un Florausto.

Debo ser sincero, ya no me estoy creyendo tanto esto que escribo. Si bien Florentino tuvo el deseo senil y no por ello menos genuino (en el siguiente párrafo remato con este punto) de copular, no se puede admitir que por más de cincuenta años éste, el deseo sexual, haya sido el magma, la razón de su entrega y espera. Persigues por la gracia de la concupiscencia, qué, un fin de semana, un mes, pero no ¡por decenas de años! No. Lo que alentaba a Florentino, a don Florentino, era una flama invisible, la innombrable, la divina y pura esencia del amor. (jajaja, 14 pues).

Para terminar. He sido testigo de las palabras de Hugo Neira, director de la Biblioteca Nacional y gran ensayista, sobre esta película basada en -a mi juicio- la mejor novela de Gabriel García Márquez, superior a "Cien años de soledad". Criticaba Neira la opinión de un escribiente del diario El Comercio, quien calificaba el amor (sexo) de ancianos como patético, cursi, extravagante e invento de enfermos, algo que no existe. También leí esa columna. Y aunque no he visto la película aún, coincido con Neira. ¿Qué le pasa a este señor crítico de cine? ¿Tiene usted abuelos? ¿Se ve usted así a los setenta años, casi vegetal, incapaz del amor sexual? Sepa que algunos, yo en primera fila, pensamos tirar hasta los 100 años -o sea que tengo como ochenta por delante, dese cuenta de eso. Y no se figure usted cómo, porque dada sus expresiones, seguramente me diría usted algo burdo. Una cosa más: ¡Eliseo Subiela es un maestro!


Fotografía de Veturián, el fotógrafo más feliz del mundo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

excellent points and the details are more specific than somewhere else, thanks.

- Norman

Fernando dijo...

Thanks!!!