septiembre 30, 2009

El señor de los lenguajes




El hombre que le dio una lengua a su ciudad. Una vida llena de aventuras. Una persona generosa a la que da gusto escuchar. A estas alturas, el abuelo que todos quieren tener, lleno de historias para contar...

Entrevista a Luis Sáinz López-Negrete publicada en diario El Mundo de Córdoba el domingo 6 de septiembre de 2009.

El señor de los lenguajes

Fredy Fernando Ruiz Condori
El Mundo de Córdoba


La vida de don Luis se dibuja en sus ojos. Tienen un color azul claro, que viéndolos de muy cerca asemeja un mar en movimiento. Viajó por 53 países y llegó a dominar ocho idiomas. Sobrevivió a los peligros de una guerra que le arrebató a uno de los seres que más quiso en este mundo, su abuelo. Preciso y puntual, amante de las matemáticas, creó mediante cálculos genéticos una raza de gallinas que ganó concursos internacionales para México. Quiere mucho a su ciudad y para ella regaló uno de los edificios más importantes que hoy alberga la biblioteca, el museo y la Casa de la Cultura. Y tanto la estima que ha dicho de ella Kodobo soni mu suni lige kapito de dise kubineso (Córdoba será muy pronto capital lingüística de este universo). Palabras del idioma que él inventó y que representa uno de los puntales de su vida, el lusane. Por él se aventuró en el mundo y hasta hoy trata de difundirlo con su débil voz y sus ojos claros, que, a sus 87 años, se le han cubierto de unas cejas de hilachos largos y blancos.

Tiene suerte. Dos veces se ha ganado la lotería. Hoy que se realiza esta entrevista en la biblioteca que lleva su nombre, se detiene en el umbral de la puerta. Una señora lo aborda para venderle un billete. Compra uno y pide que tenga el número seis al final.

¿Cómo fue la primera vez que ganó la lotería?
Tenía 18 años. Iba a cenar al hotel La Troya y una mujer que vendía me dijo “me quedan éstos, ya no les he vendido, cómpremelos”. Yo no tenía en el bolsillo más que un peso y diez centavos. Y le compré dos pedacitos de 50 centavos. Al día siguiente venía en el periódico “Cayó el gordo en Córdoba”. Eran 2 mil 219 pesos 44 centavos. Los 219 con 44 los empleé en comprar un reloj y darle un regalo a la que me vendió la lotería.

¿Y el resto?
Me compré la Enciclopedia Británica. Cuando llegaron los libros a casa mi tío me dijo: “¡Mil pesos en libros, tú estás loco!, eso en café o en ajonjolí hubiera dejado mucho más”. Esa enciclopedia se quedó aquí en la biblioteca años después.

¿Qué recuerdos tiene de este edificio, El portal de la gloria?
Aquí había un banco y luego un restaurante, pero duró muy poco. Después, cuando se cumplieron 150 años de los Tratados de Córdoba fui yo en nombre de mi padre y de mi abuelo que doné este edificio a la ciudad.

¿Cómo era la ciudad cuando usted era un niño?
Cuando yo nací Córdoba tenía 8 mil 500 habitantes e incluía Fortín. No había ningún coche. Teníamos el tranvía de mulitas. Había vías en la calle. Cada vagón lo llevaba una mulita. A mí me tocó varias veces ir en esos tranvías con mi abuelo y a veces con mi padre, desde la casa en la que vivíamos hasta la estación.

A los cuatro años de edad se fue a España.
Cuando llegué allá estaba la monarquía de Alfonso XIII, la religión oficial era el catolicismo. Para estudiar los niños tenían que ir a escuela de curas y las niñas a escuela de monjas. A nosotros los mexicanos nos hacían oír varias misas de rodillas, porque era tiempo de la Guerra Cristera acá en México. Querían que inspiráramos a nuestros gobernantes a que no persiguieran a la religión católica.

¿Cuántas misas tenía que oír?
Tres o cuatro misas al día.

¿Cómo decide estudiar Ingeniería de Puertos?
Eso y al mismo tiempo Ciencias Físicas y Químicas. Ambas carreras tenían muchas asignaturas en común. Cuando tenía que escoger vi que era la materia más difícil, tenía mucho de matemáticas, eso me interesaba.

¿Tenía planes y objetivos en ese tiempo?
Yo era muy curioso, quería ver los diferentes países del mundo. A ver cómo era en realidad y no como le decían a uno por escrito, cada quien daba su opinión.

Pero luego se inicia La guerra civil española.
Eso fue terrible. Además estábamos a ocho kilómetros de combate. A cada rato había bombardeos, caían bombas por aquí y por allá.

¿Muy cerca de usted?
Caían en el mismo lugar en el que estaba uno. Había refugios. Por cierto, llegamos a la conclusión de que para quedar mejor de los bombardeos no había que ir a los refugios. Porque una vez cayó una bomba a la entrada de uno de ellos y murieron todos los que estaban adentro, se asfixiaron por falta de aire. Entonces adopté el sistema de abrir todas las ventanas y tirarme debajo de una cama.

¿Hizo eso?
Varias veces. Estábamos siempre en peligro. Por los bombardeos y también porque si uno decía algo que no le gustaba a los burros franquistas, te fusilaban.

Con esto de la guerra pasa algo terrible, la muerte de su abuelo. ¿Usted vio ese hecho?
Sí. Vinieron unos del batallón de la muerte en la noche haciendo disparos. Mi abuelo y yo cuando oímos mucho ruido, en la madrugada del 6 de octubre de 1936, nos asomamos a ver qué pasaba, y vimos que mataban al que vivía en frente de la casa. Entonces mi abuelo gritó: “Pero por qué matáis a ese hombre, de qué se le acusa, yo le conozco, es muy buena gente”. El de ametralladora volteó, mi abuelo sólo me dio un manotazo y me tiró al suelo, me salvó la vida. Entré corriendo a la casa. “Estos desgraciados van a entrar aquí, van a tirar la puerta y también van a matarme”, pensé. Franco asesinaba muchos españoles pero a veces se cuidaba de los extranjeros. Busqué mi acta de nacimiento de Córdoba. Cuando entraron uno de ellos dijo a otro: “Aquel nos vio, ¿le tiramos también?”. Yo enseñé mis papeles. “Si me matáis a mí, se acabó Franco. Porque yo soy ciudadano extranjero. Mi país tiene alianza con todos los países de América, incluyendo Estados Unidos y Canadá.” Aquel leyó y preguntó: “¿Lo liquidamos?” El sargento que dirigía eso dijo “no, no vaya a ser que sea verdad y nos fusila Franco”. Se llevaron el cadáver de mi abuelo y saquearon la casa.

Tiene un mal recuerdo de Franco y la guerra.
Sí, claro, le conocí de muy cerca. Era el peor de los tiranos del siglo XX, porque a lado de él Hitler y Stalin, que habían sido bastante crueles, eran unos angelitos.

¿Cuando regresa a México cuál es su impresión?
Vine en un barco alemán al puerto. En aquel tiempo no había carretera de Veracruz a Córdoba. Vinimos en tren, cuando funcionaba muy bien. Estaba muy contento porque todo esto comparado con la España de Franco estaba muy bien. Lo que me llamó la atención fue que los españoles de aquí eran muy franquistas. Me regañaban mis tíos si hablaba la verdad. Aquí Franco tenía sus espías. A uno que habló mal de él mataron a su familia allá en España.

¿Cuándo empieza a trabajar en el lusane?
Esperé hasta los 40 años para empezar a viajar por el mundo. Esa era la preocupación de mi madre y mi abuelo materno: hacía falta un idioma universal. Ellos aprendieron esperanto y estuvieron dando clases de ese idioma en Xalapa cuando vivían allá. Yo, en recuerdo de ellos, me dije que había que hacer las cosas que a ellos les gustaría y que no pudieron. El esperanto tenía un problema. Por escrito se entendían todos, pero a la hora de hablar no.

¿Cuánto tiempo le llevó terminar el idioma que creó, lusane?
Cuando lo terminé tenía 53 años. Lo iba a publicar en México, pero aquí me daban como seis meses el permiso y en Brasilia en 27 días ya estaba listo. Fui a Brasil porque era la semana mexicana allá. Había varios mexicanos entre ellos el Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez. Le entregué a él y al Presidente de Brasil el libro. Al día siguiente salió en el periódico de ese país: “Brasilia, la ciudad del futuro es la cuna del idioma del futuro, lusane”.

¿Cuántas personas cree que hablen lusane?
Pues ahora no sé. Vino por aquí un holandés que estuvo en una reunión de la Comunidad Europea, dijo que estaban peleando entre el francés y el inglés como idioma auxiliar, y que allí se presentó mi libro. Luego me dijo este hombre “las cosas buenas que hace uno, generalmente las toman en cuenta después de que se muere”. Entonces convertiremos a Córdoba en la capital lingüística del país para que yo me muera.

¿Le gustaría dar clases de lusane ahora?
Me cuesta dar clases, antes las daba muy fácilmente y de manera gratuita. Me gustaría tomar a alguna persona que conozca del idioma para que lo haga. Existe otro problema, faltan los recursos económicos. Y en estos últimos tiempos ya se me han olvidado las cosas. Vi lo mismo con mi padre cuando él tenía 85 años. Relataba con mucha exactitud lo que le pasaba cuando era un jovenzuelo, pero ya no se acordaba de lo poco anterior. A mí me pasa a veces una cosa parecida. Lo reciente se va.

¿Cómo es un día común en su vida?
Bueno, ahora ya no puedo hacer muchas cosas.

¿Qué le gusta hacer?
Me gusta ver los extraterrestres los domingos de seis a ocho en la televisión. Siempre las cosas más fantásticas es lo que más me llama la atención. Me gusta la música clásica. Me ayudó mientras estaba inventando palabras del idioma. Siempre tenía un disco cerca.

Escribió sobres unos sueños para cambiar el mundo, ¿realmente los tuvo?
Ideas que tenía. Las pensaba en la noche. Ahora muchas cosas se me olvidan.

Sin embargo es muy preciso para recordar fechas.
Ahora ya no recuerdo con la misma exactitud que antes. Tenía fechas y horas.

¿Cómo así esa predilección por la exactitud?
Dicen que era yo un maniático que tenía que tenerlo todo exacto. Además era muy puntual para llegar a algún lugar. Ya los años no me permiten hacerlo.

¿Sueña, don Luis?
A veces llego a soñar algo.

¿Cuál es el último sueño que recuerda?
Cuando llegaba al continente Padiso(1) y ahí estaban muchas de las personas que conocía, parientes y amigos que siempre se portaron bien, o sea los malos no estaban ahí.

(1).-Padiso es una palabra lusane y significa “paraíso”. Don Luis escribió sobre sus sueños y en ellos viaja a este lugar donde reina la justicia y la felicidad. Se puede encontrar estos documentos en la biblioteca Luis Sáinz López-Negrete al igual que el libro “Lusane” y un diccionario lusane para aprender el idioma.


Le nobe kunibese ligo lusane sona mu facile
(La nueva lengua universal lusane es muy fácil)



Aprenda lusane

El alfabeto lusane consta de 17 letras. Doce consonantes (b,c,d,f,g,k,l,m,n,p,s,t) y cinco vocales (a,e,i,o,u). El adjetivo no tiene género ni número y se forma añadiendo la letra “e” a la raiz. De la misma forma para formar el sustantivo se añade la “o”, para el verbo la “u” y para el adverbio “ete”. La negación se hace agregando el prefijo “ni”. Por ejemplo, facile es “fácil”, facilo es “facilidad” y facilu “facilitar”. Nifacilo significa dificultad. Sólo existe un artículo “le”. La conjugación de los verbos es muy simple, sólo cambia la vocal final en los diferentes tiempos. El presente termina en “a”, el pasado en “e”, el futuro en “i”, el condicional en “o”, el infinitivo e imperativo en “u”; el gerundio se forma añadiendo la sílaba “ge” y el participio pasado con la sílaba “te”. No existe acento ortográfico y el fonético recae siempre en la última sílaba. El lusane se pronuncia tal como se escribe.



Fotos del archivo de la familia Sáinz y diario El Mundo de Córdoba.

1 comentario:

La Maquinista Yey★ dijo...

El señor de los lenguajes! como siempre GENIAL!!!

YA lo había leído, ya sabes siempre tengo la primicia jua!


Un besote!