septiembre 02, 2009

"Habla con Dios"


Minutos antes había evaluado si es que llovería o no. Me quedé perdido en un cuadro. Y le pregunté a ella qué era lo que veía ahí. No sé qué es, debe ser como algo abstracto, me dijo. Luego caminamos un buen tramo y nos despedimos. Un gran abismo, eso me había parecido. La noche debería quedar así, pero cuando estaba llegando a la próxima esquina vi al hombre de una moto volar.

Apuré el paso. Un instinto de solidaridad. Otras personas que lo vieron también se apresuraron a alcanzarlo donde había quedado tirado. Una pierna estirada, la otra media doblada. No se movía. Había visto que cuando él cruzó el semáforo lo hizo en verde, quien le pegó se había pasado el alto. ¿Cuál es la placa del coche? No era auto, se trataba de otra moto. Vi entonces las dos motocicletas tiradas, y al otro hombre intentar ponerse en pie. Me concentré en el que tenía frente a mí.

¿Respira? No traía casco de seguridad. Ya le salía una línea gruesa de sangre detrás de la nuca. Una mujer le decía: "Pide a Dios por tu vida". "Habla con Dios". "Pídele por tu vida". Alguien llamó a los de la Cruz Roja. Tenían su central a unas cuadras, así que no debían demorar. Más personas se acercaban. Los coches y buses que esperaban cruzar la calle se habían detenido sin poder avanzar, el hombre estaba desparramado en medio. Voltearon a su izquierda, como se lo indicaba un oficial de tránsito que también había ya llegado.

¿Cómo te llamas? No respondía. Era un hombre gordo, de vestimenta sencilla, unos 36 años. "Sí respira, trae algodón con algo de alcohol", le dijo alguien a otro. La señora que lo había encomendado a Dios, ahora le hacía la señal de la cruz sobre el pecho, como si ya estuviera muerto. Cada vez había más gente alrededor. Algunas sólo miraban desde lejos. Conversaban a media voz entre ellos. Incluso percibí algunas sonrisas entre chavos, algún chiste idiota seguramente. Le pasaron el algodón por la nariz.

La Cruz Roja llegó. Le levantaron la cabeza, la aseguraron en una especie de collarín. Lo subieron a una camilla. "Amigo, ¿cómo te llamas?", le preguntó el joven paramédico. No respondía. Abrió los ojos. Cuando le estaban sujetando con la correas para que esté inmóvil, intentó pararse. No te muevas, le dijeron en más de una ocasión. Ayudé a que lo pudieran subir a otra camilla con ruedas. Sujeté su costado izquierdo. Le toqué la mano. Estaba caliente: "Te vas a poner bien". Lo metieron a la ambulancia. Igual que al otro herido que se pasó la luz roja. Los dos iban juntos.

Olía a gasolina. Ya no tenía nada más que hacer ahí.

6 comentarios:

La Maquinista Yey★ dijo...

Fredy... siempre es un gusto leerte!
disculpa q no ande muy expresiva pero esta gripa me está matando!

un beso

Fernando dijo...

Siempre es un gusto recibir tus comentarios. Ya se te pasará la gripe o me la pasarás a mí, pero de alguna manera se pasará. He dicho.

Manu Ureste dijo...

Enhorabuena Fernando. Excelente de principio a fin. Gran comienzo, cuerpo extraordinario, y mejor final. Sin desmerecer para nada tus otros escritos, creo que este es el mejor que ha salido de tus manos. Y repito: qué grandioso el final... me recordó a esos 'cierres' que tanto gustan al maestro Saramago.

Enhorabuena.
VPC

Fernando dijo...

Gracias Manuel. El final... si te refieres a las dos oraciones últimas, te cuento que cuando escribía esa frase "Olía a gasolina" se me antojaba en todo lugar. Como que estaba muy presente, porque de la moto dañada del hombre salía todo ese combustible. Olía fuerte a gasolina, todo el tiempo de la escena... y por eso creo que todo el tiempo esa sensación quiso entrar en el relato, y se metió al final.

Al inicio dudé si incluir lo del cuadro, porque puede parecer que no tiene mucho que ver con el tema, pero, sabes, creo que por ciertos mecanismos, que no alcanzo a comprender bien, se identificaba en cierta forma. Espero, no lo sé, que el lector también perciba eso, quizás a nivel inconsciente. Pero nada de esto es claro.

Un abrazo, gracias otra vez.

Fernando dijo...

Otra cosa:
Sabes, Manuel, me llamó poderosamente la atención que los dos heridos se fueran juntos en la ambulancia, uno al lado del otro. Eso me provocó muchas conjetura: ¿se dirían algo?, ¿intentaría golpearlo el hombre que cruzó bien al que se pasó el alto? En fin... pero nada de eso lo puse en mi relato. Sólo lo dejé mencionado, que se iban juntos. Me gustaría saber si el que el lee esto, percibe todas esas incognitas, si la narración logró visualizar esa singularidad.

Y finalmente:
Al día siguiente leí en el diario que el que se pasó la luz roja iba ebrio. No lo coloqué en el relato porque en el tiempo del hecho en sí no lo sabía. Quise concentrar la atención en el hombre que tenía frente a mí. Quizás colocar que el otro iba ebrio, le hubiera dado más protagonismo. En fin... esto con respecto al texto.

Manu Ureste dijo...

Como tú dices... está cabrón que los dos implicados compartan.. ¡ambulancia! A saber qué se dirían... lo mismo hasta se abrazaron y dieron gracias por estar vivos; o lo mismo, se liaron a madrazos; o tal vez ni se miraron... quién sabe. En cualquier caso, muy interesante. He dicho!