agosto 31, 2008

Detrás de un México iluminado




¿Qué hicieron los criminales el día de la marcha por la paz? ¿Estaban torturando, asesinando o violando a alguien? ¿Estaban viendo la tele y oyendo el himno nacional en miles de sus compatriotas en un grito de paz? ¿Planeando su próximo secuestro con una llamada a algún funcionario público? ¿Alguno salió por cigarrillos y vio una familia completamente vestida de blanco preguntar por velas?


La respuesta la da El Universal: estaban trabajando. La señora Laura Martínez pagó con su familia el rescate para su hijo. ¡En plena marcha! Citaron al padre de la víctima en el Ángel de la Independencia a las cinco de la tarde y efectuaron el cambio por su hijo, de 12 años, fuera del edificio de la Comisión Federal de Electricidad. La familia no denunció el hecho por falta de confianza en las autoridades. Ellos se irán del país.

La tercera marcha en 11 años y las demandas son las mismas. Qué nos dice que las cosas cambiarán esta vez. Luego de la marcha del 2004 los secuestros se redujeron, aunque luego aumentaron con furia. Se diría que el grito alcanzó a tocar alguna fibra, que alguien hizo lo que realmente tenía que hacer. No fue ni de asomo suficiente. En los años recientes los secuestros se han disparado hasta poner a México en el primer lugar a nivel mundial en ese tipo de delitos. Según cifras oficiales en el año 2007 habrían ocurrido 438 plagios. Las cifras más reales calculan alrededor de 6 mil.


Las autoridades no van a hacer su trabajo ni van a renunciar. Es lo más posible, lo más canalla, pero cierto. ¿Qué hay que hacer? La solución no es tan sencilla e implica un trabajo de fondo desde cada persona en la implantación de una cultura de la legalidad. La corrupción es tan extendida y habitual y la injusticia tan descarada que es el ambiente perfecto para el cultivo de prácticas deshonestas. ¿Se podrá dejar de ser corrupto? Qué difícil: a nadie le interesa y todos se acomodan.


Los secuestradores también deben tener familias. Alguien que los quiera y a quien querer, como decía la madre de Silvia Vargas, joven secuestrada hace casi un año. Deben tener hijos a los cuales llorar. ¿Cuánto nos parecemos todos? Esa apatía se extiende más. No es exclusiva de ellos. No se respeta al otro. Los ejemplos sobran. He allí el origen de todo. La indolencia campea. Sumemos a eso un gobierno ineficiente y no habrá luz que ilumine lo oscuro de la indiferencia.

La marcha fue una voz y un canto valiente. La violencia no se detuvo, no oye, no voltea. Es una bestia viciosa. No respeta.

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