marzo 26, 2011

Su primera vez


Era la primera vez que iba con un bolero. Estuvimos parte de la mañana esperando la resolución de un proceso judicial, y como el asunto demoraba, nos fuimos a sentar sobre unas escaleras. Fue cuando vio mis zapatos brillantes. ¿Tú te haces bolear los zapatos, verdad?, me preguntó con su acento de niña española. Le dije que sí. Los míos necesitan una buena lustrada -agregó- y se vio sus botas negras llenas de polvo. Yo nunca he ido con un bolero. ¿Nunca? Pues vamos hoy mismo. Será tu primera vez.

Me contó que en España eso de los lustradores de zapatos en las calles es algo que ya no existe, que ya pasó de moda. "Quizás veas unos en Madrid, pero muy pocos, y están viejísimos". Es una costumbre que ya desapareció. En su país las personas se asean los zapatos por su cuenta, "o los llevan con el zapatero", sugirió.

Cuando la revisión del caso, y la exposición de las pruebas terminó, nos dirigimos hacia el parque 21 de mayo. Debe tener unos 25 boleros en el perímetro. La llevé con Esteban, que ha puesto su centro de lustrado frente a la Catedral y que siempre me limpia a mí los zapatos. No se lo conté, pero yo le espero a él cuando tiene otro cliente, porque suelo acostumbrarme a las personas y por una especie de lealtad.

Esteban estaba parado observando un grupo de palomas. Mira, le dije, te he traído a una amiga. Eso de la primera vez le ponía emoción a lo que hacíamos. Ella se subio, como era natural, con cierta torpeza a la silla acolchonada. Como ya le había dicho que documentaría el hecho, me percaté que hasta le costó poner una mano en uno de los brazos del mueble. Cuando subió ambos pies sobre el soporte miró abajo y sonrió un poco. Luego se puso seria, sin levantar la vista. No hizo muchos comentarios. ¿Y qué te parece?, le pregunté cuando le estaban echando una espuma para la piel del calzado. "Me siento rara".

Luego recordó a su madre. "Si ella me viera ahora, estaría contenta, porque siempre dice: Tú siempre por arriba muy bonita pero por abajo un desastre".

El proceso no duró más de cinco minutos, a mí me parecieron unos tres y medio. Luego se bajó con cuidado. Antes de ello había preguntado si ya podía hacerlo. Pagó 12 pesos. Y nos fuimos.

Caminos unos siete metros mirando al suelo, viendo la diferencia de sus botas limpias. "No se me ven muy bien. No están tan limpias, ¿no?" La primera vez nunca es lo que uno espera. Nos subimos a un coche que nos llevara al diario. Nos acomodamos allí seis personas, cuatro atrás, dos adelante. Como estábamos apretados, y a ella le tocó sobresalir del asiento, sus piernas estaban estrechamente unidas y dobladas. "Ya se me están ensuciando los zapatos", se quejó, y es que tenía un pie sobre el otro. Le dije, pensando en la frase anterior, que la primera vez nunca es lo que se espera ni tampoco dura lo que uno quisiera. Nos reímos. En ese momento me pareció un apunte ingenioso. Ahora no. Pero en su tiempo sirvió para resumir lo que fue la primera vez que le lustraron los zapatos.

2 comentarios:

La Maquinista Yey★ dijo...

:O no le pagaste la boleada?! Muy mal!!!

Los extranjeros son lindos pero son tan descorteses (o como se escriba) aquí...

Pero así los quiero!!!

Esas botitas de mi Cris, Cris, Cristina me gustan harto!!!

Pd. Necesito hablar muy seriamente contigo Fredy Fernando (notese molestia)

Fernando dijo...

No quiso. Y podemos hablar.