diciembre 16, 2008

Quiero ser Santa



Me han propuesto buscar a Santa Claus. He aceptado de inmediato la misión. Porque desde hace unos años manejo el discurso de que a mí sí me gusta la Navidad. Se me ocurrió un día cualquiera cuando me di cuenta que eran muchos los que hablaban pestes de ella. No queriendo subirme a ese coche sin más ni más y viéndome más cómodo en el diverso grupo de personas que estiman la Navidad, allí me fui. Atiendo y animo las alegrías del pueblo. ¿Pero de qué hablan estos injuriosos grinchs? No lo sé. Creo que tienen una lista enormes de malestares y quejas. Se me ocurre una, aunque, otra vez, no sé si provenga de sus reclamos: la idea de un Santa Claus falso.

El día que supe que Santa y Rodolfo se andaban en mentiras con lo del trineo volador, mi tío Manuel estaba cerca de mi cama. Supongo que en esos años de niño encontré regalos junto a mi almohada la mañana del 25 de diciembre de alguna manera mágica. Sin embargo ese amanecer lo descubrí a él dejando un Volkswagen amarillo. Mis ojos se abrieron y él estaba ahí con su nariz enorme en un resuello ahogado, tratando que sus manos fuertes no fueran a romper el encanto de mi sueño. No recuerdo decepcionarme. Un traje distinto pero la misma idea.

¡Lo he encontrado! Tiene su propia casa en un centro comercial. Ha sido el Santa Claus de Coca Cola. Le tomo fotos con una mano y con la otra sostengo la grabadora de voz. Una niña, de tantas infantiles almas, le toca la parte posterior del traje. Él no lo advierte. Yo que estoy con la cámara en la mano y enfocando la acción, le pongo al tanto, justo en el momento que ella se aleja pensando que él no quiere hablarle. Santa la llama con sus guantes blancos. Ella corre y se le echa encima con un fuerte abrazo. Le dice unas palabras que no alcanzo oír. Ella está tan feliz que luego le comento a Santa que su labor es como la de un dios. No se lo digo pero me siento una especie de serafín por haberlo advertido de la criatura que solicitaba su atención. Y yo soy el reno, el duende... el trineo de madera.

Una vez más: la Navidad ha triunfado. Cientos de voces se alzan en diatribas acaloradas y yo les muestro los dientes.

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