marzo 15, 2008

¿Maestros?


¿Maestros? Leo algunos artículos -y no sólo en ellos, pues su uso es extendido- que se utiliza la palabra "maestro" de manera muy ligera. Sobre todo si reparamos en las cifras de la última evaluación al magisterio, donde sólo hay un porcentaje de 4.69% de aprobados con 11 o nota superior. ¿Todos los demás? Jalados, de la manera más vergonzosa. Ellos, los que pretenden impartir conocimientos no pueden resolver ejercicios lógicos ni mucho menos -importante para lo anterior- entender un simple texto. Así, me pregunto, ¿podemos utilizar el calificativo de "maestro" aplicado a estas personas? ¿No se está prostituyendo más de lo que está el término con algunos impresentables?

Gabriela Mistral en su "Oración de la maestra" dice lo siguiente: "¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la Tierra." Ella comprende lo trascendental del título, la responsabilidad que significa formar, cultivar y servir de ejemplo a un niño. ¿Con qué cara se van a presentar el lunes estos "maestros" frente al salón de clases? ¿No habrá un Jaimito preguntón, muy atinado él, que los inquiera con la siguiente pregunta: y usted, profe, cuánto sacó en la evaluación? ¿¡Qué responderán!?

Qué diferente a lo que ocurrirá en la clase de don Leguis Elvis Shuña Chong y de don Leoncio Tamay Cieza, que ocuparon, ambos, el primer puesto en la evaluación. Tendrán que comentarlo en clase y casi puedo imaginar esas miradas pequeñas de orgullo. Esos corazones que saltarán ávidos de afecto y reconocimiento. Ese cerebro que pondrá primera, segunda y tercera ansioso de oír las enseñanzas de sus maestros. Ellos sí: maestros.

Claro, habría que hacer la salvedad de que los conocimientos no lo son todo. Y que muchas de las exigencias del término son otras: la actitud, la comprensión, la imaginación, la creatividad y la paciencia, entre otras. No es nada fácil ser un maestro. Bien lo dice la poeta chilena. Pero al menos se necesitan en el magisterio buenos profesores; que si no tienen estas últimas cualidades mencionadas, al menos no cometan tantos crímenes al escribir y que luego, peor aún, los transfieran como rabia.

Y ya que hablamos de salvedades hay que exigir al gobierno, personificado en el ministro de Educación, José Antonio Chang, que sea claro y dé respuesta a las denuncias planteadas por cientos de profesores, sobre vicios e irregularidades en la prueba. Y sobre todo, como reclama Rosa María Palacios en Perú.21, transparencia en el proceso. ¿Dónde están las pruebas? ¿Por qué no se han publicado en la página web del ministerio? Para que, entre otras cosas, como medida pedagógica, los profesores puedan aprender de sus errores. Pero, ya se ve, este gobierno en lo que significa estrategia y cálculo (pistas de Lima y la ¡Biblioteca Nacional cerrada!) anda como el perro ciego de un hortelano fulano de tal: sin rumbo.

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