septiembre 22, 2008

Me vieron muerto

¡Ah, sumamente curioso! No pude evitar algo de fulgor en los pelos que me envuelven al oír que me vieron muerto. ¿De qué se trata? Mi desconcierto era aun mayor, pues la persona que me relató esta -si se quiere- macabra visión, empezó su alocución con un contundente "te vi muerto". Palabras, creo, nunca antes puestas frente a mí. Le hice algunas preguntas rápidas del tipo ¿cómo?, ¿de qué hablas?

Y ahora que lo recuerdo mi expresión facial era de gozo o de alguna especie de ridícula incredulidad. Cavilo cuidadosamente en la posibilidad de que en menos de un segundo pudo existir en mi cerebro esa duda metafísica que acompaña con gracia a ciertas personas. ¿Qué soy yo?

Frente al espejo y arrobado como chispa de vela por el viento que la agita miro mi rostro. No yo. La imagen no es la voz que piensa y se interroga, no son míos esos contornos y esa sonrisa siempre dispuesta. No puedo olvidar ese instante. La bombilla amarilla, el espejo de marco dorado. De cabeza.

Esta persona que atrajo toda mi atención me dijo las circunstancias de su comentario inusual. Estaba, me cuenta, dispuesto yo en un ataúd con algunos de los implementos que me caracterizan. Recuerda que le asombró verme en tal estado y hasta preguntó:

-Pero por qué tiene puesto eso, si ya no lo necesita.

Alguien le dijo:

-Así era él.

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