Se acumularon una a una las palabras, y como no había donde poner tantas, las envió a un lugar inmenso: donde se encontrarían todas, y ninguna se perdería en la exacta armonía con que va una detrás de otra, guiadas por su mano sigilosa de la música que amanece de noche, y que canta junto a los pájaros locos y ebrios, ebrios... y donde también saltan sobre ellas mismas, vivas, como conejitos... quizás un lugar llamado Thar.
toooooooooooooooooooooóoodas las palabras
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