marzo 30, 2009

Perú rumbo a Irak 2056

Recién hoy en la noche veré el partido Perú-Chile por ESPN, aquí desde México. Un día después del encuentro. Tuve la esperanza de que lo pasaran ayer domingo pero transmitieron el Colombia-Bolivia. Esta mañana estaba decidido a evitar informarme del resultado para disfrutarlo como si fuera en vivo. Pero trabajar en la redacción de un diario te hace permeable al acontecer mundial. El gran Toño, pluma deportiva del diario, me comenta el fracaso de mi selección. Y hace un breve análisis como especialista que es. Yo fui a visitarlo a su escritorio para felicitarlo por sus columnas del encuentro México-Costa Rica. Y me plantó la mala noticia.

Una vez más fuera del mundial. ¿Será por eso que no me interesa lo suficiente el fútbol? ¿Será que tienen razón Benavides y Álvarez cuando dicen que nos preparamos "rumbo al mundial Irak 2056"?

No mejor ya no veo nada. A esa hora veo Los Simpson por Fox.

marzo 28, 2009

Desvarío por calor




Morir de calor. Las altas temperaturas registradas en México estos días han hecho que ya tengamos fallecimientos por golpes de calor. Según leo en un diario nacional en el 2008 se registraron 30 muertes por esta causa. Al regresar a mi casa todo está de alguna manera caliente. El agua como si estuviera con el calentador encendido, el champú casi líquido, la toalla como recién planchada o vaporizada. ¡A ver si al abrir la nevera no tengo a mi bebida fría! No, por aquí todavía se puede helar la materia. Me la trago. Me refresca. Le doy a todo al ventilador y creo que tengo la suerte de estar salvado.

Estos días he tenido sueños abundantes. Puedo recordarlos casi todos. Anoche, por ejemplo, una mujer de ojos grandes, a la cual no conozco (¿existe?, ¿de dónde mi cerebro crea este tipo de personajes?), me llama, me pide que me acerque. Ya que no me es para nada indiferente, me aproximo lo suficiente como para cubrirla con mis brazos; luego, no recuerdo bien lo que ocurre -¿o prefieres no contarlo?- pero ella es la que me está abrazando de costado de tal forma que sólo puedo ver sus delgadas manos. Está tan helada. Su piel se me hace especialmente blanca por la baja temperatura que emana. Toco sus manos con cuidado temiendo romperlas a la manera de un delicado cristal. Me río y pienso -¿puedes recordar lo que piensas mientras estás soñando?, ¿no me estás engañando?- decía, me río y pienso en las manos de un oso polar desnudo. Le quiero comentar mi ingenio, pero no le encuentro sentido ni gracia. Y antes de acudir a cualquier otra idea, ella se adelante a decirme:

-Es que estoy muerta.

No le digo nada. Como suele ocurrir, tampoco recuerdo lo que sigue en el sueño. Me levanto porque las cortinas se están agitando. Miro el ventilador que da vueltas y me convenzo de que no puede ser él el generador de toda esa fuerza. Viene de afuera. Apago sus hélices. Me echo. Todo está fresco. El viento sacude mis vellos. Me tapo con la sábana y le muestro la espalda.

¿Por qué sueño lo que he visto?

El planeta se calienta. El día de hoy a las 8 y 30 minutos de la noche se apagarán las luces por una hora, dicen. Confío en las sinceras razones que alientan a los organizadores del evento y a uno que otro entusiasta de la causa. Leo en los diarios todo lo que se beneficiará el planeta por realizar este acto. Me atrae eso de darles un mensaje a los gobiernos.

Hoy me he puesto sandalias para acomodarme al intenso calor que supera los 30 grados. Tranquilo camino por las calles. Se nubla. Parece que va a llover. Oscurece. El mundo enciende todas sus luces. Las podría ver desde arriba. Increíble espectáculo. Se acerca la hora del planeta. Algo pareciera que cambia. Algunas pequeñas regiones se oscurecen. Está bien, me digo. ¿Cómo se llama esa luna de Neptuno dónde estamos buscando el desarrollo de la vida? Tritón, ¿verdad? Me parece mucho mejor.

Qué calor.

¿Y la de las manos frías?

marzo 20, 2009

El niño de la rama




(Inicialmente publiqué esto en el blog dominical. Pero he aquí la versión extendida, más allá de los puntos suspensivos.)

Una de las actividades que más me gusta del periodismo es conversar con la gente. De ello se puede aprender tanto, y quién podría negar que es una actividad propia y fundamental del oficio. Dar la mano, decir "hola..., ¿cómo te llamas?"

Oliver es el niño que apoya sus manos en una rama. Se ha subido ahí porque está observando cómo capto imágenes con la cámara fotográfica desde un árbol. Quería una panorámica, me vine aquí arriba, y él está a mi lado: acompañándome.

-¿Cuál crees que sea mi profesión?
-(Silencio. Movimiento de cabeza sindicando desconocimiento).
-¿Qué crees que hago?
-No sé.
-Si tomo fotografías... ¿seré fotógrafo?
-(Silencio).

Converso más con él. Bueno, una plática discreta. Ya que Oliver está casi frente a la lente, se me ocurre hacer unas tomas con su rostro en primer plano. ¿Me estoy aprovechando de la situación? ¿Le hago plática porque quiero obtener una buena foto? ¿Soy tan canalla? ¿Qué clase de autenticidad hay en mí al iniciar un diálogo? ¿Me pudre y me corrompe el interés por obtener beneficios de las palabras que estamos compartiendo?

Son cuestiones que me atacan. Se trata de la moral del periodista. Tema que hemos conversado con Stephany Bland en algún par de ocasiones y que nos ha llevado a una risa puesta y desecha.

Quizás la respuesta me la dio el escritor peruano Luis Jochamowitz (biógrafo de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos) en una entrevista-conversación allá en Chorrillos, por la costa limeña. Él me comentó ante esta preocupación que si el "interés es genuino", no se trata de una canallada. La moral del periodista se salva porque en su pesquisa, y frente al alma humana y sus expresiones, no quiere aprovecharse de ella teniendo como único fin una primera plana, la historia perfecta que elogiarán sus editores, el trabajo cumplido, no, aquello es más la derivación, lo que se extiende, el marco DE; la esencia es la empatía con el prójimo. Un genuino y sincero "¿cómo te llamas?"

Claro que nuestra labor es informar. Obtenemos material para ello, además de otras fuentes, de las personas. Esto no nos puede convertir en mercenarios de lo dicho, sin sonrojarnos antes -poniendo atención exclusivamente en el proceso de recolección- por ciertas iniquidades y podredumbres. ¡Ay, si nos faltara la indignación! ¡La sorpresa! Perder la calidad humana en cuestiones humanas es una paradoja muy cómica.

¡Oh, a cuánto eco de pedantería me saben mis propias palabras! Pero no puedo escamotear mis convicciones. Tanto se habla mal de los periodistas. Uno no puede negar ciertos malos representantes. Lo real es que nos preocupa la información más allá de la carroña expuesta y la mendicidad de olivo.

Quisiera exponer más... pero llega un momento en que al escribir sobre la realidad... uno se traba... se compunge... decir la verdad nunca es lo más popular... no faltan las pullas... y uno decide ser un poquito sobrio y dejarlo ahí... ahí... puntos suspensivos...

(...)

Oliver observa por la pantalla de la cámara digital la donación de ropa en una localidad alejada del estado de Veracruz, llamada El Triunfo, Tepatlaxco. Es una comunidad pobre. Baste decir que no tienen agua potable. Mientras enciendo la grabadora para obtener impresiones con los protagonistas del hecho, el pequeño sigue a mi costado. Finalmente él inicia la conversación.

-¿Qué es eso?
-Una grabadora de voz.
-¿Y qué hace?
-Tú dices algo, yo aprieto este botón y luego puedo reproducirlo para recordar exactamente tus palabras. Así...

Oliver tiene un amigo. Ambos me quieren decir una especie de confesión. Me llaman a un costado de la aglomeración de gente. Me dice el amigo susurrando, asegurándose que me agache lo suficiente para que sus palabras me caigan como embudo preciso al oído: "Dice Oliver que la próxima vez que vengan traigan juguetes"... Hasta ahora no comprendo bien porqué aquella petición tenía carácter de secreto. No puedo explicarles a los niños que eso no depende de mí, que no soy yo el responsable de la donación... Les digo que así se hará.

-Yo soy periodista. ¿Sabes, qué hacen los periodistas?
-Mmm... no.
-Digamos que contamos historias.
-A ver cuéntame una historia.

¿No les ha ocurrido que de pronto uno se nubla? Se le borra la información que uno le pide al cerebro. Me sorprendió que me pidiera una historia de pronto. Ehhh. Y... no, ¡esa historia no!... ehhh... no, otra, otra.... ehhh...

-¿Te sabes la historia de la planta carnívora que quería ser vegetariana?
-No.
-Bueno. Había...

De qué sirve todo lo que leído y vivido sino le puedo contar una buena historia a un niño cuando me la pide. Es imposible que haya contado la historia de la planta carnívora que quería ser vegetariana. Cuando terminé con el relato no sabía dónde esconder la cara. Estaba turbado. Obviamente no entendió nada. Algo dentro de mí gritaba ¡fraude! ¡Qué fiasco! ¡Mírate, seudo-narrador, no tienes perdón! Bandini se levantaría de su tumba y te apedrearía como a los cangrejos!

-¿No te gustó, verdad?, Oliver... A ver... tú cuéntame una historia- El colmo de la maricada. ¡Pedirle al niño que haga tu trabajo!
-No sé.
-Mmm... Te cuento otra- le dije a Oliver, en un intento desesperado por resarcir mi estupidez. Apelé a mis cursos de improvisación y teatro en las Universidades en las que estuve. Convoqué a las tropas de mi imaginación, oh mi bien dorado, oh mi vida, oh mi preciosa imaginación.
-A ver, dime.
-De qué quieres: ¿de animales o de personas?
-¡De animales!
-Bueno. Era un oso...

Ya no se puede seguir con esto. Me hundí como lo hacen los grandes: bien al fondo. La peor historia creada por el hombre. Algo sin pies ni cabeza, ni barriga que lo sostenga. Oliver estaba confundido tanto como yo. No eres tú. No. Soy yo el tonto. Soy yo el bobo, Oliver. ¡No eres tú!

Nos alejamos.

Luego de haber terminado mi trabajo busco a Oliver con la mirada. Lo encuentro a un costado de un coche, con su amigo, escribiendo sobre la carrocería con el lapicero de tinta que le acabo de regalar...

Cuando todos los que subieron hasta El Triunfo abandonan el lugar, incluido el periodista, se forma una pequeña fila de niños que alzan las manos con movimientos de despedida. Observo particularmente a Oliver. Trae un rostro sombrío. Casi no he visto esa expresión en mi vida: es un gesto triste y molesto a la vez, una tibia desazón renegada. Le sonrío un poco desde esta ventana que avanza, le digo adiós, pero él no me corresponde, sólo me mira fijamente a los ojos o los desvía hacia el suelo... puntos suspensivos...

marzo 05, 2009

Número equivocado


Un día antes recibo un mensaje extraño al celular. Es una chica que se ha equivocado de número telefónico y decide agregar luego de las correcciones: "disculpa... bueno, mucho gusto". Siendo cortés, como lo soy, le digo lo mismo. Pero no espero una respuesta. No sé en qué momento le perdí interés a este tipo de encuentros furtivos correspondientes a las casualidades, y que suelen ampararse en un ambiente de incertidumbre sobre casi todo lo que concierne a la otra persona. ¿Cómo empezar a hablar con alguien que no conoces? ... Claro, me doy cuenta de mi mal juicio... me refiero a: qué interés me anima a conocer algo -invertir tiempo y pensamientos-, asimilar mi existencia con alguien que me es completamente ajeno... otra vez parece que estoy rotundamente equivocado en mis razonamientos: ¡el punto es que no me interesa seguir el juego, y olvido el celular!

Pronto otro mensaje:
"...Sabes, yo siento que las cosas no pasan por casualidad, sino porque tienen un fin. ¿No crees?"

Esta frase me conecta directamente en FM. Sólo esa mañana estaba pensando en las intervenciones invisibles que se explican por su obra excelsa. Observaba al animal humano y me reía con mucha jocosidad de él y sus ridículas pretensiones. Procurando no llamar su atención: una mueca divertida sostenida por la gravedad de un cigarrillo.

Medito demasiado mis palabras. La luz del aparato se apaga aburrida de mis dedos lentos, de mi cerebro flojo, no, de mi cerebro persistente. Me angustia porque deseo causar el mismo impacto que su mensaje a causado en mí. Dejo eso y continúo leyendo el libro de los diálogos con el infierno...

Un día después... he olvidado todo.

marzo 02, 2009

CRazY





-No pensé que te gustara tanto esta canción.
-Me gusta mucho... cuando la escuché por primera vez me estaba quedando dormido por el efecto de la anestesia. Había perdido mucha sangre...
-... yo estaba en la habitación de un hotel que no me correspondía. Pusimos música y bebimos cerveza. Tocaban la puerta a golpes y llamaban al teléfono para echarnos de allí, pero no me importaba. Era mi noche. Ella estaba conmigo. Y nadie podía negarme ese momento.